Los géneros musicales se mezclan y se retuercen para producir subgéneros con sus características diferenciadas y sus aspectos particulares. En el caso de Toy, nos presentan en su trabajo homónimo que es una unión perfecta entre la psicodelia y la música de ambientes, que forma el contrapunto perfecto a la escena actual de guitarra psicodélica y acelerada en la que militan King Tuff, Ty Segall, White Fence, Nobunny y un largo etcétera.
Ty Segall es a la ruptura de ritmos y la guitarra punzante lo que son Toy para las atmósferas y las seis cuerdas aterciopeladas.
Los cortes progresivos atrapan con un estilo que cabalga entre Pulp por las melodías pop y My Bloody Valantine por su densidad y sonidos difuminados como en la increíble Lose My Way y Dead & Gone. No todo tiene por qué ser cortes de tres minutos y medio como dictan los cánones de las discográficas para hacer un single, Toy tienen cortes que duran desde un minuto y medio hasta casi diez, lo que consideran que pueden alargar sus ideas compositivas para que transmitan sin aburrir, para que les haya dado tiempo a desarrollarla completamente.
El punto fuerte del largo es la falta de prisa, las ganas de contar algo mientras se paladean las palabras con criterio y conocimiento de causa. Frente a nosotros tenemos canciones que son progresivas y planas, como la instrumental Drifting Deeper que juega con una idea breve pero con una capacidad para desarrollarla sin límites.
Mientras los grupos que visten la casaca del garaje disparan las ideas a toda velocidad, para no exprimir en exceso cada riff, cada melodía; en estas doce canciones se nos enseña a aprovechar todo el jugo al máximo. Sin caer en la repetición del pop comercial de extenuar con estribillos repetidos en bucle ni presentar las estrofas de forma insípida, las canciones de Toy están constantemente moviéndose sin moverse, elevándose sin elevarse, repitiendo sin repetirse.
Se puede invertir el tiempo en reorganizar y crear fusiones imposibles de flamenco con dubstep, de bossa-nova con punk, de ska con electrónica ochentera, de grunge y jota aragonesa, y habrá merecido la pena si se llega a producto trabajado y de calidad, consecuente por muy retorcido que sea. Pero la realidad es que nunca se podrá llegar a través de ese tipo de innovación a la que nos entregan los estilos musicales que van hacia la raíz, hacia las mezclas que surgen prácticamente del propio nacimiento de los géneros. Les quedará a Toy un largo camino por recorrer, pero beben la música que chupan las raíces de la escena da la música moderna.
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