En la portada de Confess vemos medio tupé y medio rostro de George Lewis Jr. alumbrados por una luz roja mientras la pared de fondo es de un azul oceánico. Su cuerpo posa en una postura premeditada pero ligeramente acusada por una sensibilidad casi afeminada. El cuero de su chupa se resquebraja, quizá de tanto uso. Tan resquebrajado como su mirada incisiva y profunda. La mirada de un tipo inteligente cuya madurez le viene a trompicones. Casi queda claro que esos ojos ya no son vírgenes, la muerte o la inminencia de ésta ha pasado por delante de este músico dominicano.
Entre Forget –su primer disco- y Confess no hay una gran evolución, ningún cambio aparentemente significativo. Influencias de los 80’, new wave, sintetizadores sacados de un Delorean… Eso es lo que uno puede pensar con la primera escucha, sobre todo si las canciones del segundo álbum están numeradas de manera consecutiva con respecto del primero (de la 12 a la 22). Pero con una segunda escucha y con algo más de pausa es fácil darse cuenta de que un abismo separa ambos trabajos. Un accidente de moto. Esa es la causa por la que Confess es un disco más maduro, oscuro, melancólico, preciosista y grandilocuente que el álbum debut.
Lewis conducía su moto con un amigo, perdió el control y volcaron. Imagino el trayecto en el que el maleable cuerpo del cantante neoyorkino recorría rodando varios metros de asfalto pensando en lo que le faltaba por decir. Da la sensación de que Confess son todas esas palabras que se volvió a guardar dentro al sobrevivir del accidente. La pasión y el romanticismo por nadie y por todo es la clave de un disco repleto de furia y desengaño.
Golden Light abre la lata con unos tímidos sintetizadores que crecen, que se vuelven enérgicos y acompañan a la maravillosa voz de Lewis. La influencia pop es abrumadora. Twin Shadow no solo absorbe los sonidos ochenteros sino que los revoluciona y ordena a su manera, con un respeto incalculable hacia aquella época. El single, Five Seconds, no tarda en llegar. Su melodía bebe de unas guitarras eléctricas aceleradas e infectadas por unos sintetizadores capaces de trasladarte a esa escena de instituto de aquellas películas de colores pastel. En el video clip Lewis se inspiró en su accidente de moto.
El disco es casi brillante. Es complicado competir con Chromatics –cuya paleta de sonidos es tan imaginativa como inabarcable- o con Hot Chip, ya en la cima del electro pop gracias a su último trabajo. Pero a Lewis le quedan cientos de recursos por explotar como demuestra en Beg for the Night con esa motocicleta acelerando que pretende ser percusión o con las virguerías de los teclados y la percusión que suenan en Patient o When The Movie’s Over.
Aunque donde más me gusta Lewis es en su faceta de egoísta, de perverso, de cínico. La que descubre en esa maravillosa pieza de engañosa intimidad. En I Don’t Care el piano adorna frases como: dance me around the room while you lie to me. La percusión a base de sonidos industriales nos lleva a la siguiente pieza. Be Mine Tonight es un corte de libro, una balada electrónica corriente pero fascinante llena de recuerdos corrosivos.
Todo el amor y la lujuria que guarda Twin Shadow en Confess están traducidos al idioma de los sonidos de manera asombrosa, con un distintivo y enriquecedor gusto por lo comercial pero con un respeto absoluto hacia la creación íntima del compositor. Lo único que le falta es riesgo.