GREEN UNITED MUSIC
8.3
Épico. Como calificativo y como cualitativo. Es majestuoso en su forma y brillante en su extravagante calidad. El sutil uso de la electrónica entre la grandiosa catedral instrumental que Woodkid crea en su debut The Golden Age (2013) es una de las obras más personales y bullentes de talento en mucho tiempo, una trabajo completo, de composiciones profundas, escaladas en enormes niveles de instrumentación que se combinan en un emotividad que la voz tras la máscara de Yoann Lemoine transmite de manera natural. Pero sí, épico es la palabra y la vez que más se ajusta al sujeto en cuestión.
El director de vídeos musicales de Lana del Rey o Katy Perry pasado a músico él mismo, es un artista de múltiples facetas; cuando quien te graba hace mejor música que tú, quizás haya algo que plantearse, chicas. Dada su faceta filmográfica, sus vídeos no se quedan atrás, los cuales llevan dando vueltas por Internet desde 2011, poniendo sobre la mesa la mano de ases que guardaba para este álbum con Iron o Run Boy Run. Estos inmensos temas de galopante percusión y dramáticas líneas suculentas de violín encierran el secreto de su sonido. La mezcla entre la trágica suavidad emotiva y la vigorizante conjunción de los arreglos que Bruno Bertoli aporta a la obra son armas potentes que arropan a la voz plagada de dolor y esperanza.
Los elementos orquestrales de música clásica encuentran un lugar inhóspito para su clase antaño y se funden en perfecta armonía con su novedoso ambiente, como podemos ver en Stabat Mater, así como evocan a clásicos del western en The Great Escape, llegando a las sobrias piezas de piano y voz de Boat Song, implementando todos estos recursos en una homogeneidad única que se cobija bajo el nombre artístico del francés, Woodkid. Con esto crea un estilo sin parangón, difícilmente clasificable aun con influencias reconocibles en lo clásico y la percusión tribal y medieval, así como retazos de modernidad.
Aunque la atmósfera general sea amarga, las letras hablan de redención, del poder individual y de la esperanza, con Conquest of Spaces como el mayor ejemplo de esta ambivalencia; muy significativo en el sentido de su singularidad en una escena infestada de calcos. Las piezas de transición Shadows y Falling apoyan, en esta lobreguez, ese sentido implícito de obra clásica, completa y propia. Los instrumentos son ejecutados con esa precisión y naturalidad que logra introducirte en la canción y respetar a su vez la técnica estricta. La voz es personal, capaz de evocar una sensibilidad superior en una técnica que no deslumbra pero que se ve opacada por esta fuerza abstracta.
La producción es otro elemento creativo, el cual usan de una manera soberbia con un dinamismo y un espectro enorme para una cantidad ingente de instrumentos que logran, todos, encontrar su espacio idóneo. Con esto firma un comienzo discográfico simplemente espectacular, innovador, crudo y esperanzador al mismo tiempo, el cual se ha hecho esperar durante mucho tiempo. Con el tiempo sabremos si es una obra maestra, si la fórmula se agota, pero lo que importa es ahora y de momento es una obra singularmente espectacular de un músico único.
Un largo genial. Lo descubrí por el video de «Iron» y de ahí no he dejado de seguirle la pista.