La Joy Eslava estaba repleta de gente en el primer día de auténtica primavera. El músico sabe mimar a los suyos y preparó un espectáculo a la altura de ese cariño que le profesan no sólo los portugueses -había bastantes en la sala- sino toda clase de público. Madrileños en este caso. David Fonseca salió y arrasó, dio calor a la sala, se movió agitado por la pasión que echa en todo lo que hace, saltó, tocó entre la gente, les acarició con su voz y les miró a la cara. El público, claro, se dejó hacer.
Fonseca comenzó el recital con varios temas de Sesions, su último trabajo. Un disco autobiográfico divido en dos partes, la primera más cañera y enérgica, compuesta entre los descansos de su anterior gira y la segunda más íntima y reconocible dentro de la discografía del portugués. Decidió centrarse en el rock y la electrónica efervescente de Rising. La faceta audiovisual de Fonseca se materializaba en el escenario con una esfera gigante en la que se mostraba al músico tocando en colores psicodélicos cuando no salían los títulos de las canciones, como diciendo: “quedaos con el título de la canción, que es buenísima”.
Y en este maravilloso ambiente entra Alberto Jiménez, cantante de Miss Caffeina, para acompañar la potente voz de Fonseca con sus agudas y agradables cuerdas vocales. Pero el directo no estalló del todo hasta que el músico se puso con los acordes de Stop 4 A Minute y ese riff contagioso, y fue con este temazo de anteriores discos cuando a Fonseca le dio por andar entre el público, subirse a un escalón de la pista y seguir con su guitarra. La gente que no sujetaba el dichoso móvil con la mano le pudo tocar y oler.
Siguió con What Life Is For y su melancólico sintetizador, uno de los mejores temas de su último disco. Y llegó Go * Dance * All * Night y las cabezas no paraban de moverse de arriba y abajo. Poco después Fonseca se marchó, en lo más alto, para regresar y ponerse al piano y demostrar entonces toda esa sensibilidad que guarda este atractivo portugués. Y entonces para terminar agarró un cuaderno de notas y recitó un poema con esa pasión que le pone a todo. Se despidió y el público se enamoró de Fonseca. No era para menos.