Whisky y música. Ese era el plan que proponían los organizadores de la segunda edición del Jack Daniel’s Music Day el pasado viernes en el antiguo Rockodromo de Madrid. Y así fue porque, de hecho, no había ninguna bebida alternativa al whisky con graduación alcohólica (ni siquiera cerveza) y la música no paró de sonar desde las seis y media de la tarde hasta las tantas de la madrugada, con pinchada de temazos varios entre actuación y actuación.
Muy pronto empezó este pequeño festival con Sala & the Strange Sounds, que sufrieron las desventajas de tocar un viernes a esas horas, con poca afluencia de público; aunque, eso sí, ese público que no iba únicamente por los cabezas de cartel – The Pains of Being Pure at Heart, que salían a tocar 5 horas más tarde – y por las sesiones de baile que convertirían el día de la música de Jack Daniel’s en una gran discoteca. Cuando aparecieron los valencianos La Habitación Roja, el ambiente mejoró bastante, pero no deja de sorprender que se programara la actuación de una banda veterana del indie patrio a las siete de la tarde, cuando a medida que avanzó la noche se dieron pausas de hasta una hora entre conciertos (quizás para tener tiempo para comer, una tarea casi imposible). A pesar de todo, Jorge Martí y sus compañeros mostraron la buena actitud de siempre y con ironía dijeron “Gracias por madrugar, sabemos que habéis venido por nosotros”. Aunque sufrieron algunos problemas técnicos (que se volverían a repetir más tarde) el estreno en directo de las canciones de su última entrega, Fue eléctrico fue toda una demostración de la electricidad con la que predica el disco, arrancando con El resplandor y entregando las rompedoras Indestructibles, con cánticos del público en el estribillo, y la emotiva y luminosa La Segunda Oportunidad. Van a por nosotros o El eje del mal y los más recientes clásicos Febrero y Voy a hacerte recordar animaron tanto a los fans acérrimos como a la gente que ya estaba guardando el sitio para ver a Sidonie después.
La intervención de Marc, Jes y Axel estuvo marcada por el desvarío y la improvisación rockera, aunque de primeras salieron todos muy formales, sobre todo Marc, hecho un dandy con su chaqueta y su corbata, y hablando con mucha educación “Olvidemos que hay un partido el sábado, porque no viene a cuento” (no sería la última referencia al clásico de la noche). Pero una vez iniciada la descarga con Alma de goma, uno de los cortes del psicodélico El Fluido García (2011), poco a poco los Sidonie se fueron soltando y entre La sombra, Costa Azul –entre unas apropiadas luces azules – o Fascinado, llegaron los besos entre Marc y sus “novios” y comentarios tipo “Se ven unos canalillos estupendos desde aquí”. Estuvieron atronadores y espectaculares en la sección instrumental de El bosque (aunque el guitarrista y teclista David tuvo verdaderos problemas con los cables y los pedales y acabo tirando su guitarra al suelo) colapsando el sonido, para luego embarcarse en un experimento sonoro, toda una exhibición de cuerdas con Marc, Jes y David por los suelos, manipulando y poniendo a prueba sus pedales, mientras Axel hacía equilibrismos sobre el bombo. Por fin llegó el momento que llevaba esperando buena parte del sector femenino del público, y, con un desnudo de torsos previo, acabaron con El incendio. Sin embargo, entre tanto guitarreo cósmico y experimental, lo más destacado de su actuación fue el sentido homenaje al recientemente fallecido Levon Helm, cantante y batería de The Band, realizando una preciosa versión acústica del clásico All I Have to Do is Dream de The Everly Brothers, que, afortunadamente, gran parte del personal reconoció y cantó.
Desde Gales venían Los Campesinos!, una de las bandas esperadas de esta tarde noche musical, pero, una vez más, su directo resultó decepcionante y monótono, una lástima después del gran arranque con Romance is Boring. A pesar del entusiasmo de Gareth al cantar, sus intentos por hablar en nuestro idioma (“Madrid, ¿qué pasa?”) y cómo acabó pidiendo disculpas por ser incapaz de hablarlo, el público se animó de verdad en momentos muy puntuales, porque evidentemente costaba no moverse con esos ritmos y xilófonos marcadamente campesinos de Songs about your Girlfriend – extraído de Hello Sadness (2011)- o Death to Los Campesinos!. Como era de esperar, su gran éxito You! Me! Dancing! (precedida de una intro donde se colaron los primeros acordes de Smells like teen spirit de Nirvana y la gente se volvió loca, pero no era más que una llamada de atención) no falló, y fue la única que consiguió que el personal bailara en serio. Gareth terminó la actuación metido entre el público y deseándonos que disfrutásemos de The Pains, que tenían ganas de verlos. Nosotros también, pero antes intentamos acercarnos a la barra (solo había una) para conseguir una hamburguesa. El caos era absoluto y hubo que retrasar la misión.
Con la llegada de The Pains of Being Pure at Heart acabó de entrar toda la gente que llevaba media tarde bebiendo y fumando en los alrededores del Arena. Se trata de una de las formaciones internacionales que más a menudo se pasean por aquí y su indie pop ruidoso y noventero congregó a las masas que cantaron y levantaron los brazos mientras deslumbraban con This love is fucking right, Belong, Heart in your heartbreak y Say no to love. Sin embargo, la deficiencia del sonido se cebó con la banda de Brooklyn; sonaron perfectas las guitarras ruidosas, pero en ciertos momentos la voz de Kip y los coros de la teclista Peggy eran casi inaudibles. Aún así, canciones tan queridas como Young adult friction no perdieron su gancho. A sus adictivas melodías había que sumar su simpatía, su afición por nuestro país (y al fútbol y el deporte español en general, asegurando que ganamos en todo) y lo adorable que resultaba Peggy chapurreando el castellano.
Desaparecidos los titulares del cartel, un buen número de asistentes optó por desaparecer también, pensando que la Casa de Campo era Mordor y que finalizado el servicio de Metro no habría forma de volver al hogar (tampoco era para tanto). Otros aprovecharon para intentar nuevamente hacerse con algo de cena; la espera no fue tan larga, pero la organización en ese aspecto dejó bastante que desear y será un punto a tener en cuenta para la próxima edición. Tras la cena, empezaba la sesión de baile con el electro rock de los británicos The Whip. No eran más que la una y media de la mañana, pero la cantidad de whisky ingerido a esas horas había afectado visiblemente al personal que decidió quedarse a mover el esqueleto hasta las tantas y aquello parecía una rave. Al ritmo de Keep or delete, Secret Weapon o su pelotazo Trash, el trío preparó a los asistentes para las sesiones de platos iniciadas por Pin & Pon Djs.
Desde luego que no estamos en verano, y con este mal tiempo que nos acompaña últimamente cualquiera diría que estamos en primavera, pero por unas horas (unos más que otros) en Madrid se vivió ese espíritu festivalero que tanto se echaba de menos.
- Texto: Beatriz H. Viloria
- Fotos: J Castellanos