Ayer no sólo fue un gran 20 de octubre, el día que el mundo se convirtió en un lugar mejor sin un asesino con cortinas por ropa y con las armas de una pandilla de asesinos bajo el agua, también fue 10 de febrero, el día que Junip tuvo que cancelar su actuación en España. Cambiaron Teatro Lara por Joy Eslava y la magia no se resintió. Porque cuando el maestro de ceremonias es un mago (José González) da igual que su show sea en el Albert Hall o en el baño de uno.
Cuando un sitio como Joy Eslava deja a un lado su cara más canalla, la que desde las columnas observaba y relataba Umbral, encuentra un espacio complicado pero con atractivo, sin dichosas palmeras que hacen la jodienda a los que pagan viruta por disfrutar de la música y de verla, porque en un concierto también se ve.
Y comenzó la velada a horas de Europa. Salió González, con barbas y su castellano argentino de Suecia y salieron también el resto de componentes de Junip. Una a una fueron cayendo las canciones de su primer largo, Fields, capaz de juntar lo mejor de los dos discos en solitario del cantauror y ese clima que roza el Trip hop envenenado de folk. Junip, que se antoja un proyecto efímero, consiguió establecer una atmósfera en la sala que resultaba difícil de abandonar una vez terminó el recital. La voz de González, que suena a sueños, emergía entre luces y ritmos a medio tiempo que hipnotizaban el alma y convertían a los asistentes en adeptos a un sonido que resulta complicado de encontrar.
Cuando sólo tienes un álbum es complicado hacer un gran directo. La cosa cambia si el que tienes es tan completo como ese Fields. Sonaron Howl, In Every direction o la tan celebrada Always, como si el que estuviera sobre el escenario fuera un Cat Stevens repasando su carrera. El concierto suponía el cierre de gira de los suecos antes de volver a su país, un lugar que no deja de regalarnos grandes artistas de corte clásico, como un oasis entre tanto Estados Unidos y Gran Bretaña que parecen haber renegado de sus señas de identidad y estas, como un currito en paro, emigraron a un lugar donde les cuidan entre chicas guapas y novelas sobre hombres que no aman a las mujeres –vaya tontería-. El concierto, como el disco, preciosos. Un mago andaba suelto ayer por la capital y puso el punto final a un bonito día histórico.
J. Castellanos