Apareció con las botas prestadas de Nancy Sinatra Maika Makovski sobre el escenario, estrenando la gira de su último álbum Thank You for the Boots y con él descargó esa energía y confianza que da ser consciente de tener bajo manos el mejor trabajo estatal de lo que va de año. Presentado en la madrileña sala But con una buena entrada había bajo ella y su banda un público rendido de antemano a la voz y el carácter de una figura incendiaria sobre el escenario.
Porque Makovski como líder es un torbellino de ideas y acciones del que tiene ese gancho sin proponerlo, ese tipo de gente que es el centro sin proponerlo, de forma natural, de acciones precisas que se hacen sin pensar demasiado, de esa pureza que sólo se consigue con la mezcla. Un Alex Kapranos femenino, una Debbie Harris mallorquina que poco tiene que envidiar al envite frente al respetable.
Bajo ese aura oscura llena de destellos aparece una voz incombustible que hace parecer a la de cualquiera la risa de una hiena moribunda le acompaña una música tan hipnótica que anda a medio camino entre la del Paris, Texas de Ry Cooder y lo siniestro, trágico, salvaje y en ocasiones cabaretero de Nick Cave and The Bad Seeds. Bajo ese ambiente cayeron cortes como Your Reflection, bajo las teclas alegres marcadas por la líder, Get Along o la espléndida Language, canción que uno debería escuchar al menos una vez al día. Cool Cat, explicó Maika Makovski, estaba dedicada al genio perdido entre grandes sombreros y pelo blanco Leon Russell. La interpretación sorprendió por ser una de las mejores de la noche dada la versatilidad con la que la cantante es capaz de adaptarse a cada cambio melódico y a sus compañeros, con esa completa conexión que se da en las grandes bandas. Hubo también turno para las melodías de sus trabajos anteriores que levantaros los aplausos. Canciones como Lava Love, Game od Doses o Only Innocence is Capable of Pure Evil con ese ambiente sonando a bar desaparecido entre nubes de cigarro y whiskeys con hielo tienen las de ganar. Siempre.
Tras Makovski tres músicos que parece que no abandonan sus instrumentos ni para ir a comprar el pan. Manejo completo como hacía tiempo que no veía el de Juan Carlos Luque al contrabajo, Oskar Benas a una guitarra tan clásica que parece perdida en este mundo de melodías simples, trazando absolutas obras de arte que conseguían quitar por momentos las miradas de Makovski y David Martínez, un batería espléndido que supone el pilar de una banda en la que todo concierto sabe a poco. Están a tiempo de no tener que arrepentirse.
por J.Castigliani
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