La primavera aterrizó ayer de una forma un poco extraña, con frío y agua (e incluso se ha teñido de blanco) aunque traía consigo un gran regalo: una nueva oportunidad para ver a los Manel en directo. Quien haya ido a alguno de sus conciertos, entenderá porque merece la pena repetir (y quien no, ¿a qué estáis esperando?). Sin embargo, no podía imaginar que después de haber visto al cuarteto catalán en tres ocasiones (teatro, festival y sala) a la cuarta me iban a volver a conquistar como el primer día. Pero, claro, en un teatro grande, y según adelantaban por las redes sociales, con banda…. Eso podía ser muy grande. Y lo fue. Vaya si lo fue. Fueron casi dos horas de magia y música deliciosa.
Madrid fue la ciudad elegida como última parada de la gira con la que han defendido en el último año su segundo trabajo, 10.000 milles per veure una bona armadura, que hace ya más de doce meses que llegó a las tiendas para revolucionar las listas de ventas, con su colección de cuentos costumbristas acompañadas de cuidadas melodías pop y cantados en catalán, un detalle que dejó de importar hace bastante tiempo y que precisamente las hace más especiales.
Con semejante material, así como el que ya habían presentado en 2008, Els millors professors europeus, se presentaron Manel en el Teatro Calderón de la capital española. El cuarteto con sus instrumentos (guitarra eléctrica, ukelele, acústica, armónica, bajo, clarinete, batería, bongos…) entregan actuaciones estupendas. Sin embargo, anoche, un cuarteto de cuerda y un cuarteto de bronces, acabó de redondear la faena para dar lugar a una noche espectacular, que arrancó con Flor Groga. Desde esos primeros minutos, el batería Arnau se entregaba a sus baquetas, poniendo todo su cuerpo en movimiento al ritmo que iba marcando. A eso se le llama vivir la música.
El teatro, transformado durante unos meses en una especie de cabaret para aclimatarse a la obra que se está representando allí, albergaba en su mayoría sillas y mesas en lugar de butacas, restándole seriedad al asunto. Los cuatro hombres con aspecto de veinteañeros (acentuado por la vestimenta: vaqueros, zapatillas) que presidían el escenario – Guillem, Roger, Martí y Arnau – demostraron que siguen siendo tímidos, aunque cada uno tiene un papel concreto, capitaneados por el narrador de historias y portavoz del cuarteto, Guillem, cuyas intervenciones ya son una pieza indispensable de los directos de Manel. Simplemente con decir “Señoras y señores, gracias por los aplausos, son muy amables” se desataron las risas. La pasarela que servía de complemento al escenario, llamado ‘provocador’ y las mesas donde el público apoyaba las cañas e incluso las palomitas también fueron objeto de comentario por su parte, sobre todo los botones que había en cada mesa. “No sabemos si sirven para activar una trampilla cuando al público no le gusta algo”, comentó, todo ironía.
El cantante también tenía una historia para ‘justificar’ la presencia de tanta gente sobre las tablas, relacionada con una anécdota del piano bar Toni 2 del barrio de Chueca, donde al parecer Roger no pudo terminar de cantar Mediterráneo. Anécdotas a un lado, la voz grave del guitarrista no falló en esa pegadiza Ai, Dolors y Dona estrangera, para la que habían preparado una pequeña y sencilla coreografía, movimientos tan sencillos como el simple contoneo de cadera (todos hacia el mismo lado) que siempre acompaña a la aplaudidísima Boomerang, con sus efectivas pausas, dominada por la batería y los bongos de Arnau.
Entre bailes y risas, también se vivieron minutos realmente mágicos con Roma, de delicadas cuerdas y efectiva iluminación, la bonita y pausada La Bola de Cristall.
y una muestra más de la inventiva de Guillem, que narró una nueva historia para introducir La Canço del Soldadet, un cuento lleno de ternura intensificada por el cello y el cambio del bajo al clarinete de Martí. Estos cambios de instrumentos son constantes en el caso de Guillem, que protagonizó las transiciones del repertorio con esos segundos dedicados a pasar de la guitarra al ukelele pasando por la armónica.
Entre las canciones que más brillaron, En la que el Bernat se’t troba, uno de los momentos de mayor lucimiento de la sección de viento, silbada por todo el Calderón y cerrada con bravos y aplausos; la melodía juguetona y el estribillo tan fácil de corear de Al mar! y Anniversari, interpretada por los tres cuartetos y precedida de ese gran a la par que sencillo efecto de apagar todas las luces antes de ‘soplar’ las velas de cumpleaños del tema, que puso en pie a todo el teatro.
Cuando me quise dar cuenta, eran las once de la noche y se estaban despidiendo. Se marcharon, y varios minutos de griterío y aplausos daban señal de que el personal quería más. Salieron los Manel de nuevo – alguien del público exclamó “¡Gracias!” cuando reaparecieron – y esos últimos 30 minutos de la noche fueron mejores aún, si es que eso era posible. Por supuesto. Faltaba su estupenda versión del Common people de Pulp, La Gent Normal, interpretada con tanta gracia por Guillem, y el plato fuerte, la impresionante Benvolgut, cuyos cuidados arreglos de viento llenaron el recinto y por fin animó a los presentes a levantarse de sus sillas para bailar y cantar, y después, gritar, silbar, soltar ‘bravos’ y ‘otras’, aplaudir… todo lo necesario para conseguir un segundo bis. Esta vez el público fue el protagonista: todo el Calderón tarareó el cántico de los tres barcos de marineros de Deixa-La, Toni, Deixa-La, a petición de Guillem.
Ahora sí, Manel y toda la banda dijo adiós, llegó al final del camino, de esas diez mil millas, donde quizás no se encontraron con esa armadura tan estupenda, pero sí con un público encantado, agradecido, que no paraba de vitorearles. Y mientras se oía de fondo Como una Ola de Rocío Jurado, los cuatro magníficos, rojos como tomates, dieron unos pasitos al frente y saludaron desde el ‘provocador’. Finalmente, le dieron uso.
Y yo me pregunto, ¿qué se siente en esa última noche de una gira? Nunca me pondré sobre un escenario y no podré experimentar esa sensación, pero sí me imagino lo que piensa la gente que llena salas y teatros como el de anoche: grabad otro disco y volved pronto, por favor.
Texto y fotos por Beatriz H.Viloria