- Texto por Dani García
- Foto por Mariano Regidor para San Miguel PS
Es una verdadera lástima comenzar una crónica musical haciendo alusión a referencias extra-musicales, a aquellos que ponen precio a la cultura, la maltratan y agreden hasta tal punto de expulsarla de una ciudad. Porque es la decisión que ha tenido que tomar el equipo de Primavera Sound para 2013, coger el Primavera Club y exiliarlo a Portugal y Francia. Que te echen de tu propio país es realmente triste, pero aún es más triste que aquellos actores políticos que nos tratan a los que nos dedicamos a la cultura como perros vagabundos no sean conscientes del daño educacional para las nuevas generaciones que hacen con sus decisiones. A ellos les da totalmente igual, porque ni siquiera saben que existen estas líneas.
El Primavera Club 2012 estaba marcado en Madrid por la decisión del Ayuntamiento en los días previos de recortar el aforo de una de las naves de El Matadero de 800 a 100 asistentes. Si ya llegaba el Primavera Club herido de guerra con un formato súper-reducido, menos grupos, una sola instalación, aquello fue el navajazo final del equipo de Ana Botella que ha actuado previsiblemente este último mes como cualquier actor político en este país: utilizando el miedo. En manos del rasero moral hipócrita de estos señores, nos encontramos prácticamente con un festival que no era festival, era un concierto cabeza de cartel (The Vaccines el viernes y Los Planetas el sábado) con sus teloneros. Control de DNI a la entrada (no entendemos muy bien la razón porque también se lo pedían a señores de cierta edad), cacheos, y diez policías municipales velando porque aquello se cerrara bien (al menos el viernes), dos más de los que hubo en el Madrid Arena aquella fatídica noche.
Bajo este tratamiento de sospechoso de algo (sospechosos de querer cultura seríamos), el personal ya entraba algo cabreado para escuchar los conciertos. Las interminables colas en la barra y la deficiente acústica para conciertos de El Matadero no ayudó mucho más. Deerhoof fue un decente sustituto de Cat Power, Swans hicieron mucho pero que mucho ruido, Ariel Pink’s Haunted Graffiti sorprendió tanto como confundió y The Vaccines animaron a los asistentes con esa personalidad característica que tienen sobre el escenario. No hacen una música fuera de lo normal los británicos, recogen con precisión cada uno de los estilos en las islas los últimos diez años, pero lo hacen con tanta personalidad que muchas bandas deben tomar apuntes de lo que es hacer una banda.
El sábado el formato mini-festival quedaba reducido a ver el regreso (¿y final?) de Los Planetas con sus teloneros previos. Airbag, o lo que es lo mismo, cualquier banda de barrio como El Canto Del Loco pero sin una campaña de marketing, y la “gracia” de Los Punsetes sobre el escenario, otra de esas bandas que emiten una clara personalidad en las que quedas alegremente atrapado por sus horribles sonidos y eléctricas letras. Mientras tanto, Cats On Fire, se atrevía a amenizar en las calles de El Matadero a los que intentaban hacer cola para Redd Kross. Solo hubo 100 elegidos. Una prueba de que a la cultura es difícil matarla, herirla sí, pero siempre será una expresión revolucionaria. Los Planetas culminaron el festival con dos horas de concierto con todos sus clásicos vociferados al viento por la comunidad fiel que congregaron, poca, eso sí, menos que en otras ocasiones.
Y así, se cierran las líneas más tristes que he tenido que escribir en mucho tiempo, las líneas que reflejan el estrangulamiento de una forma de educación y ocio en mi ciudad. Porque el destierro del Primavera Club no es más que la decapitación cultural más mediática de todas las miserias a las que están reduciendo los poderes políticos a los ciudadanos.