La noche era de etiqueta. Un par de supergrupos se pasaban por la capital española para deleite de una sociedad sumergida en una tremenda crisis.
La sensación de ilusionarte por el mero hecho de acudir a un recinto a escuchar música no pasaba por mi vida hace bastantes meses. A pesar de estar sumergido de lleno en el mundo de la música, esta sensación cada vez es menos frecuente. Puede que sea la carga de conciertos sobre mis hombros en los últimos años, la falta de grupos noveles con algo distinto que ofrecer o el estar demasiado centrado en otros aspectos profesionales. Quién sabe.
El caso es que aterricé en la plaza de Felipe II, justo en frente del Palacio, a eso de las 19.30h. Esa sensación corría por mi cuerpo escasa media hora antes de presenciar el directo de The Maccabees, uno de esos grupos de serie B tan injustamente tratados por la crítica. Con 3 discos excelsos -especialmente los 2 primeros-, los de Brighton aparecieron puntuales a su cita con Madrid. Interpretaron temas, en su mayoría, de Given To The Wild, su tercer álbum de estudio editado en España muy a principios de 2012. Entre los destacados, Forever I´ve Known, uno de los temas más importantes del año. Más aplaudidos fueron en cambio los de Wall Of Arms (2009). Poco pudimos disfrutar de mi favorito, Colour It In (2006). Un recinto más pequeño habría hecho más justicia al sonido de los ingleses y a la voz de su frontman, Orlando Weeks.
Tras una media hora de espera entre una banda y otra, el recinto iba cogiendo color, rozando el lleno absoluto. The Black Keys pisaban el escenario a las 21.30, como un clavo, y directos a la sien con Howlin´ For You. Next Girl fue la siguiente, y, tras esto, un extenso repaso a El Camino, una de las placas más destacadas del pasado año. La batería de Patrick Carney y su peculiar forma de golpearla no paraban de sacudir a los miles de asistentes. Un hit tras otro, Dan, acompañado de su inseparable Patrick, y arropados ambos de un bajista y un teclista, transmitían un poderío tremendo, propio de una de esas bandas tan grandes que no salen al escenario a tocar, no a demostrar nada, sino a disfrutar y hacer disfrutar. Los de Ohio van camino de los 12 años de carrera con paso firme, como confirma que su más reciente álbum, el anteriormente citado El Camino, fuese el más aplaudido ayer, y con diferencia. El momento cumbre de la noche llegó con Lonely Boy –mejor canción 2011 en HTM-, tras la que hicieron un amago de despedida. Un par de minutos y un par de bises después (Everlasting Light y I Got Mine), los norteamericanos se despidieron del público dejando la sensación de algo corto pero intenso. Y ya se sabe lo que dice el refrán. Volverán, seguro.