La perfección no existe, pero a lo largo de nuestra vida nos encontramos con personas tan especiales o vivimos momentos tan inolvidables que se nos escapa aquello de: “Es perfecta» o «Ha sido un día perfecto”. Las noches de concierto siempre (o al menos casi siempre) son un buen broche final para la jornada, por muy dura y aburrida que haya sido; te vas a casa tarareando tus canciones favoritas y con unas ganas locas de comentarlo al día siguiente, o esa misma noche, a base de tweets. Y si encima son noches como las vividas ayer en el pequeño Teatro Lara de Madrid, podemos hablar de una jornada cuasiperfecta. Había curiosidad por ver cómo se resolvía sobre su escenario El Problema de los Tres Cuerpos, álbum firmado por tres tipos barbudos y cargados de talento, a saber: Ramón Rodríguez (The New Raemon), Francisco Nixon y Ricardo Vicente. Anoche quedó plenamente saciada, y hubo tiempo para dedicárselo a composiciones individuales, a esas historias de pelícanos y caballos zampos de la factoría Nixon o de cafeteras y bailes de The New Raemon. A pesar de todo, el público se quedó con ganas de más.
La velada se hizo corta debido al retraso con la que empezó – acababa de terminar una representación teatral – obligando a sus protagonistas a cortar un poco el repertorio. Sin embargo, la espera mereció la pena, y más con una cerveza regalo de la casa en la mano. Por fin, sonó el timbre, todos se dirigieron a sus butacas y daban las once cuando por fin aparecieron sobre las tablas Raemon, Nixon y Vicente. Como Juan Palomo, ellos tres se lo guisaron y se lo comieron todo, con la ayuda de una pequeña batería, una guitarra eléctrica, una acústica y un teclado, un formato muy sencillo, muy de andar por casa, haciendo de la actuación una experiencia íntima y cercana, aunque al público le costó entrar en calor, quizás inhibido por la aparente seriedad del espacio. Los músicos también estaban fríos; tuvieron que montar, desmontar y volver a montar el chiringuito – la obra les pillaba en medio – y por tanto, volver a probar sonido en poco tiempo, pero salieron airosos de esos primeros minutos dedicados a dos de los temas de El Problema… compuestos por el simpático y bailarín Ricardo, el brillante single Todos tus caballos de carreras y El Palacio de los Gansos. Y ahí empezaron a turnarse frente al micrófono principal y su música llenó cada vez más el acogedor recinto. Entre El Novio de tu Hermana y Bares de Taxistas, Fran anunció, “Podéis cantar y dar palmas si queréis”. El personal ya tenía licencia para pasarse el resto de la noche piropeándoles, vitoreándoles y apoyando a Raemon en su papel de chico del coro y batería, el cual dejó un rato de lado para interpretar en perfecta armonía con sus compañeros Un Apocalipsis y Repartiendo el Sombrero, donde los teclados manejados con tanto arte y mucha gracia por Vicente sustituyeron sin problema al clarinete original. El repaso al cancionero de El Problema… fue completo, y tanto; se escucharon en la capital los tres cortes adicionales que no entraron en el álbum para mantener la relación del 3 (tres músicos, tres cuerpos, tres temas cada uno) Esto no puede estar pasando de Raemon, Cuidado no os equivoquéis de Nixon y No hay vida en Marte que dejaron al público salivando al saber que pronto estarán disponibles en un single. Las Viejas Luces, con el oscuro efecto de órgano de Vicente y un Raemon cantando desde la batería, donde realizó una gran labor (aunque, en uno de los temas, entró antes de tiempo, y dijo “Claro, como las toco todas igual”) marcó el punto y seguido del concierto.
Finalizado el primer acto, cada uno de los cuerpos salió a enfrentarse en solitario al auditorio. Nixon repasó Inditex, que el público cantaba muy bajito hasta que el músico le dio caña a la guitarra, empezó a mover los pies y la cosa cambió, y como siempre no olvidó a La Costa Brava, presente con Treinta y tres y Adoro a las pijas de mi ciudad, introducida por un inevitable comentario sobre el vídeo viral de Loewe. Raemon tomó el relevo y le puso el toque de humor a la noche, con grandes comentarios sobre su supuesta falta de maestría a la guitarra, contando que el último álbum de Madee, su anterior proyecto, fue considerado el mejor de 2007 por la revista Go! – rebautizada como Go Ibiza Go – y charlando con el público, al que el acabó respondiendo “Me estás haciendo perder el hilo, y yo he venido a hablar de mi libro”. Deleitó Raemon al teatro con su bellísima revisión de Te debo un Baile de Nueva Vulcano, su gran La Cafetera y una versión de Strange Negotiations de David Bazan, que requirió más luz para leer la chuleta con la letra.
El obligado final se les echaba encima, y Vicente no pudo explayarse demasiado, y aún así las prisas no deslucieron dos maravillas como Notre Dame y la enorme Museo Británico, interpretada por el trío, que consiguió que el cierre resultara menos agridulce. El concierto no fue perfecto porque se hizo demasiado corto, pero rozó la perfección, porque hubo alguien que se fue a casa silbando Bares de Taxistas, buscando La Cafetera en el iPhone, tuiteando y deseando ponerse frente al ordenador para compartir la experiencia vivida gracias a un trío de ases, tres geniecillos llamados Ramón, Francisco y Ricardo.
Fotos por J.Castellanos / Texto por Beatriz H.Viloria