Cuando una banda vale lo que Toundra demostró el pasado sábado en la madrileña Joy, no hay palabras que sirvan para describirlo. Llenaron la sala, por poco me quedo sin poder asistir a un concierto de aquellos en los que sientes que estás viendo algo especial, que no es una noche más cualquiera. Pero sobre todo, de lo que llenaron el local fue de una intensidad que infundía al público y lo sumergía en la potencia en constante variación de sus temas.
Con alrededor de una hora y veinte de electrizante repertorio, los madrileños presentaron su nuevo álbum III (2012), arrancando con el binomio de apertura Ara Caeli y Cielo Negro. Su propuesta instrumental no necesita voces, todo cuanto requiere su espectáculo brota de las geniales notas de sus extensos, que no tediosos, temas. El público sabía que estaba presenciando algo único y así lo expresaba, completamente entregado en cuerpo y alma, vitoreando sin cesar a los tremendos músicos que no dieron un solo descanso, dejándose la piel en cada uno de los doce temas.
Con los propios ajustes técnicos al inicio del concierto (la ecualización del conjunto necesitó de un ajuste en los dos primeros temas) y las deficiencias propias de la Joy, en la que varias de las zonas adyacentes al foso central no disfrutan de una acústica adecuada, en cuanto todo estuvo a punto el ritmo era imparable, exportando cada detalle de los álbumes al directo, con un plus de fiereza e indescriptible honestidad en su interpretación. Incluso se atrevieron con la voz en la versión de los Ramones I Believe in Miracles. Con ellos dieron, en pocas palabras, un concierto perfecto. No se les puede pedir más. Su juventud no se opone a su saber hacer y su experiencia sobre el escenario, donde no sólo demuestran una calidad técnica descomunal, si no que toda esta se encuentra al servicio de unos cortes redondos y de gran profundidad emotiva y compositiva.
Repasaron su nuevo trabajo al completo, con cada exultante detalle elevado a la enésima potencia, con las vertiginosas dinámicas de Marte y Lilim, y la emocionante épica de Requiem que en directo desbordaba aun con mayor ímpetu su espectacularidad, en la que los acompañaba el cuarteto de cuerda con el que participaron en la grabación del álbum, con una actuación fabulosa de igual manera.
Con Bajamar, Medusa, Magreb, Zanzíbar y Bizancio, con la cual cerraban la noche, hacían la mención honorífica a sus anteriores álbumes, I (2009) y II (2010). Tienen un estilo claro y definido, lo cual se nota en sus temas y su interpretación. La brutal pegada de la banda al completo se ve atacada por la vertiginosa maestría de las emotivas líneas de guitarra, como el magnífico solo de Magreb, donde te transporta a una ensoñación musical de matices potentes y siniestros, sin perder la perspectiva de cada tema que les caracteriza.
Extraordinario es decir poco y una vez te deja con ganas de más. La reacción del público lo decía todo. Entre piropos y halagos, sin tan siquiera un micrófono frente a ellos para hablar entre cada temas, veías sobre el escenario una banda de aquí, unos chavales que casi podrían acabar de empezar y, sin embargo, cuando comienzan a tocar sientes que su destreza no está ligada al tiempo, sientes como si siempre hubieran estado aquí y su arte hablara desde los recovecos de la intemporalidad, trascendiendo más allá del conocimiento y la razón.