MATADOR
[2011]
[6,5]
Cuando buscamos en la red sobre Stephen Malkmus, la primera frase que aparece nos presenta al músico californiano como un compositor de música independiente y un icono. Es cierto, el guitarrista es, ante todo, un icono.
Cut Your Hair, Slanted and Enchanted, Crooked Rain Crooked Rain… Palabras mayores. No hace falta señalar lo que significó Pavement en la forma de entender la música a través de un sonido arriesgado, renovador; cuando el norte se perdió, apareció una pequeña banda de California para encontrarlo.
Señalados como la banda independiente más importante de la última década, Pavement refundó el catálogo de sonoridades heredadas de los últimos retazos del post-punk. La nueva ola sirvió de base para arrancar del subsuelo a un grupo de culto que dibujó los trazos de los discos que hoy en día suenan; véase Cymbals Eat Guitar y su álbum debut: iban encaminados a ser los herederos del sonido Pavement hasta que sacaron su segundo largo…
Sin embargo, no podemos lanzarnos a elogiar a una banda más que señalada, sería caer en un absurdo; lo más lógico es que, si no han escuchado nunca a Pavement, salgan de casa, busquen sus discos, cómprenlos, y disfruten. Es música, de verdad. Pero hoy nos hemos dado cita aquí para hablar de su guitarrista y cantante, los aullidos que caminaban angustiados y rotos sobre la nada en Cut Your Hair. Stephen Malkmus lanza su nuevo largo, Traffic Mirror.
El genial corte Tigers se lanza al vacio a través de un blues amorfo, defectuoso, y muy bello. Posiblemente la mejor canción del disco, y la primera, reconstruye aquellos “ingredientes” que Malkmus abandonó en su anterior disco en solitario, Real Emotional Trash, y que llevó a Pavement a desprenderse de todo para crear algo nuevo, memorable: las atmósferas confusas, lejanas, sumergidas bajo la vacilante voz del autor, que brama al borde de la quiebra, de la ruptura, a la par que las melodías de guitarra lo acompañan. Eran elementos estandarte en las canciones de la fantástica banda californiana, que definieron un sonido abstracto pero muy coherente, y que Malkmus utiliza en cada composición de su último disco.
Este hecho provoca una sensación extraña al pensar que Stephen Malkmus jamás ha abandonado la nostalgia de una época ya pasada y enmarcada en la historia; así, las composiciones nuevas, que nunca llegan a la calidad de Slanted and Enchanted o Crooked Rain Crooked Rain, se muestran lejanas, pasadas, y en muchos casos predecibles. Esto ocurre con muchos cortes del disco, como Asking Prize, All Over Gently o Share In Red, que resultan bastante pesados.
Uno de los problemas del disco, aparte de su poca capacidad innovadora, es su inmensidad, es decir, su excesivo metraje: 15 cortes que se desnudan lentamente, demasiado, para llegar a enlazarse en el momento en que no sabes ya que estás escuchando; quizá sea cosa nuestra, y de la inmediatez de la sociedad actual hundida en una vorágine que devora todo, pero este álbum se hace largo.
Luis Fernández