A la afirmación de Donald Rumsfeld y sus armas de destrucción masiva en Irak aparecieron voces por todo el mundo negando aquella guerra. Era 2003. Una de esas figuras fue Bertrand Cantat. El cantante de Noir Désir se había convertido por esa época en una de las personalidades clave del rock europeo y de la actitud de izquierdas en Francia. Bajo la bandera social y el compromiso se escondía un oscuro fantasma que se revelaría meses después en Vilna, Lituania.
Burdeos fue la ciudad que, en 1985, unió a la que sería una de las bandas clave del rock francés. Allí Cantat y el resto de miembros de Noir Désir inició una relación que duraría cerca de tres décadas. Muchos veían en el cantante la reencarnación de Jim Morrison, como si, por algún acto chamánico, Cantat hubiera absorbido la energía que aún rebosa la tumba del rey lagarto en París. También ayudaba su puesta sobre el escenario, unos pantalones entallados en cuero y colgantes a imagen del mito de Florida. Personaje oscuro, enfant terrible del rock galo que se ganó a pulso la imagen de alguien que vive al límite.
La llegada de los noventa y la madurez convirtieron a Noir Désir en un grupo más calmado en sus noches y más intenso en su música. Las letras de Cantat giraron hacia un camino de izquierdas, antifascista, entre himnos contra el capitalismo y la Europa que estaba planeando Alemania y que ahora disfrutamos. Aquella actitud se ejemplificaba, se lucía y era acorde con lo que predicaba. Hasta que Vilna, Lituania, destapó el monstruo.
Vuelta a 2003. Cantat mantiene un romance desde hace más de un año con la actriz Marie Trintignant, con la que viaja hasta Lituania mientras está rodando la teleserie ‘Colette, une femme libre‘. Una vez más la casualidad se alió con la muerte. Aquella mujer libre dejaba cuatro hijos tras morir en una de las habitaciones del hotel Domina de Vilna, Lituania. La nominada a cinco premios César fallecía un par de días después de que Bertrand Cantat le diera una brutal paliza. Unos mensajes en el teléfono de la actriz desataron la furia de la estrella de rock y destaparon el monstruo que se escondía bajo las consignas de igualdad e izquierdismo militante.
Cantat fue condenado a ocho años de prisión un año después pero salió en libertad en 2007 por buena conducta. El cantante y asesino no podía subirse a un escenario hasta mediados de 2010. Ese mismo año, en enero, la tragedia en forma de huracán se centraba de nuevo en el cantante. El antiguo líder de Noir Désir, que se separarían definitivamente este mismo año, había vuelto a los brazos de su exmujer, Kristina Rady. Una noche, en el piso que ambos compartían, Rady decide acabar con su vida. Aparece ahorcada. Otra muerte que arrastrará la biografía de Cantat.
En julio de 2010 se cumplió la orden que le impedía ser rockstar y en octubre de ese mismo año se produce la redención musical del de Burdeos. El músico actúa junto al dúo Eiffel. Su figura vuelve a las primeras páginas con el morbo que caracteriza a un personaje público culpable de una muerte por violencia machista. Feministas y grupos defensores de mujeres maltratadas protestan contra el líder del rock francés, el hombre que mostró su cara menos comprometida. El intento de reinserción del cantante choca con la sensibilidad de la familia de Marie Trintingnat. Jean-Louis Trintingnant, padre de la víctima y actor reconocido en su última etapa como protagonista en ‘Amour‘ (2012) de Michael Haneke, debe hacer frente a las constantes preguntas de periodistas, a la presencia que Cantat ha adquirido en los medios desde entonces.
Ahora, 2013, cuando se cumplen 10 años de lo que le perseguirá de por vida, Bertrand Cantat ha decidido volver. No con Noir Désir, enterrados en el arca de los grupos de culto, Détroit es el resultado de su unión con Pascal Humbert, un intento por recuperar lo único que sabe hacer. Su nuevo proyecto escapa de toda la rabia intensa del rock, reina el desconsuelo, la oscuridad y la profundidad. La voz de Cantant parece un llanto ruinoso, similar al aspecto que tiene la ciudad que bautiza su nombre. ‘Horizons‘ (Barclay, 2013) es el álbum que concentra todo ese dolor. Fue publicado el 18 de noviembre, una semana antes de lo previsto para no coincidir con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de la Mujer. Hubiera sido demasiado.
Cantant afirmó con la salido del álbum que creía que iba a morir en la cárcel. «Fue extremadamente penoso», declararía a un medio belga. ¿Tiene derecho Cantat a volver a hacer música, a recuperar su faceta de estrella del rock? ¿Es lícito que recupere su imagen pública? ¿Debe predominar su reinserción o su crimen?