Las noches de jueves cada vez son más complicadas. La fauna que reventaba las aceras hace escasos años se ha visto seriamente atacada, con la intención de hacerla desaparecer como al dodo. Apenas cuatro gatos con ganas de fines de semana de siete días y erasmus que no cuentan porque perdieron la noción del tiempo quedan entre las calles madrileñas. La depresión asoma en cada alcantarilla de la capital y la torna de esa horrorosa belleza sucia y triste. Cuatro garitos se resisten a cerrar cuando el sol debería salir. Allí es donde suena la música que se antoja de calidad y que muestra qué es lo que el públipo hispter escucha. Y lo que ahora suena es ese previo al shoegaze que tanto aburre, que hace sentirte como si estuvieras escuchando siempre al mismo grupo oscuro cuando sonaron 20 distintos. Volver a reciclarse como única vía. Si la música es moda, esta es la de las hombreras: por mucho que lo intentes no cala ni gusta. ¿Me estoy haciendo viejo? Menos mal que hay quien no piensa así. ¿Un ejemplo? Battles, que ayer apedrearon Madrid.
Resultaba como poco enigmático conocer cómo resolverían el problema básico de haber perdido a Tyondai Braxton, vocalista de la banda en su debut, Mirrored. En otra época la banda habría tenido que recurrir a poner el cartel de “se busca cantante”. Como los de Nueva York son una formación que toca música del siglo XXI en el siglo XXI -sin necesidad de copia/pega- supieron aprovechar las capacidades tecnológicas que eso conlleva. El misterio quedó resuelto cuando comenzaron a sonar los primeros golpes de Ice Cream. En las dos pantallas que cubrían el escenario tras la banda apareció la figura de Matías Aguayo, que pone la voz en la canción. Ian Williams, el hombre de los teclados y la guitarra que tienen una extraña forma de seguir los ritmos con los pies, era el que manipulaba al chileno como quería. Espectáculo puro y experiencia extraordinaria que hace no echar en falta ni un segundo un vocalista en la sala. También hubo tiempo para rescatar esa espectacular canción que es Atlas, de su anterior trabajo donde emplearon la voz de Braxton al igual que con la de Aguayo, como un sampler manipulable.
Vamos con el protagonista. Si John Stanier y su batería con alto platillo ya ocupaba un lugar de gran importancia dentro del grupo cuando eran cuarteto, ahora su protagonismo es absoluto. El ex de Helmet debería estar en el olimpo de los que le dan a ese instrumento. El show y sus canciones giran en torno a los tambores. No es extraño que acabara exhausto y exigiendo una ducha tras los golpes que propina. Pacquiao con baquetas.
Nunca antes habían pasado por Madrid. No era cortesía hacer un gran concierto por ser el primero. En 2008 ya sentaron precedente en un directo enfermizo en el FIB, donde dejaron una pista bañada en sudor y grandes sensaciones. Ayer, en la capital donde, según Dave Konopka, “hay preciosas mujeres, hombres guapos y bonitos perros y gatos”, arrasaron. “Como un helado derritiéndose».