Por fin llegó el Dcode y por fin pudimos comprobar la vuelta de un festival digno para Madrid. Con un cartel cuanto menos extraño debido a su doble apuesta y fundido por el calor que registró la capital durante esos días, la lucha contra la temperatura mereció la pena. El primer día de festival confluían las camisas de cuadros con las negras camisetas rellenas de adolescentes dispuestos a dar la espalda al sol. Foster The People se estrenaron en España con el más intenso de los calores, poca gente, mucho calor y los debutantes un poco fríos pese a la contradicción. Fue al final, con su hit Pumped Up Kicks cuando la cosa mejoró. Mientras, el señor de la manguera, aquel tipo de seguridad que regaba cabezas como si fuera el jardincito que siempre quiso tener, se encargó de hacer un poco más soportable la intensidad, que se medía en grados. Tal era la situación para los de California –definió su estado sobre el escenario con un “muy calor”- que su cantante llamó la atención del jardinero de festivaleros para que le enchufara a él.
El pequeño escondite del tercer escenario, el Espacio 2.0, fue un buen lugar del que refugiarse para seguir escuchando buena música. Así lo dejaron claro L.A, con un repaso de su disco debut y con las nuevas cartas que mostraron del que será su nuevo LP. Más tarde comenzó la noche americana –sin Truffaut-, con el que llegó el mejor de los conciertos de la noche: Eels. Rock and roll apoteósico, de toda la vida, con barbas y chalecos. Y es que Mr. E y compañía llegaron con ganas a la cita: Las canciones más rockeras aparecieron en escena y aquellas que no lo son, se versionaron hasta convertirlas en cortes dignos de Cream. Éxito rotundo. Había ganas de Band of Horses, grupo que consiguió reunir a más gente incluso que Eels y que, pese a empezar flojos, fueron tomando velocidad y desaparecieron en su mejor momento de la noche. Los de Seattle desarrollaron gran parte de Infinite arms, su disco de 2010, que combinaron con las de los otros dos LP. Y entre concierto y concierto tocaron Sum 41 y My Chemical Romance, una cosa espectacular…
Pasada la 1.30 de la madrugada llegaron Lori Meyers enfundados en sus trajes, que no duraron más de tres canciones. Recuperando éxitos como Caravana y Dilema de su añorado y mejor disco, Hostal Pimodan, hicieron saltar a todo el festival, que por primera vez en la noche consiguió unir a todo el público. Con ellos acabó la música. Luego salieron Zombie Kids.
Con el buen sabor de boca que dejó el primer día de Dcode, el sábado prometía más aún. El cartel daba para soportar el gran calor del día por ver a Polock iniciar la jornada. Mucho, en su línea de rock clásico y eficiente, ofrecieron un gran concierto de guitarras que consiguió animar al valiente y escaso público que se atrevió a pisar Cantarranas a las cinco de la tarde. Poco después llegaron Manel, que congregaron a una parte importante de la gente que pululaba por allí. Entre sus preciosas canciones y el especial humor de su cantante consiguieron que la nuca de la gente que se acercó hasta allí ardiera menos.
Con Blood Red Shoes el público empezó a hacerse notar, rock de chico y chica un tanto repetitivo pero con ambición y mucha actitud –y una preciosa cantante, todo hay que decirlo-. Cuando el sol aún se resistía llegó el turno del último hype, The Vaccines. Los británicos empezaron a caldear el ambiente y repasaron los temas de su debut incluida alguna cara B y versión. Su frontman, Justin Young, mostró una buena actitud, aunque a ratos diluida y el público se entregó a pequeños himnos como If you wanna o Post break up sex.
Como la actividad ni los conciertos paraban gracias a los dos grandes escenarios que se intercambiaban como un buen campo en barbecho, llegaron The Hives, ese grupo por el que pasan los años y siguen dando cuerda y más cuerda y demostrando como aunar buenas canciones, escenografía y carisma. Vestidos todos con sobrero de copa y elegantes levitas, mostraron a ese público, que estaba empezando a animarse, que ellos iban a ser los mejores de la noche. Pelle Almqvist, su cantante, aportando esa especie de idioma anglo-italo-español, consiguió despertar a todo el público, que se entregó a “la mejor banda de los escenarios”, según Almqvist.
The Ting Tings dieron todo lo que tenían pero no bastó. La idea de hacer mucho con poco es bonita pero no siempre efectiva y tiende más al desastre, más si unas veces eres una suerte de Beastie Boys y otras una rave mañanera de la que huir. Con el cierre del dúo británico llegaron los otros reyes de la noche. Kasabian decidieron dejar tumbados a todos apostando fuerte: Club Foot abría el show y a partir de ahí una sucesión de sus grandes canciones y algún avance de su cuarto disco, que saldrá en septiembre y tiene toda la pinta de no decepcionar. Pocos eran los que hablaban allá por 2004 de una mera copia y mezcla de grupos de britpop, pero lo cierto es que los de Leicester llevan casi 10 años en esto y cada vez se les ve mejor. Con el subidón propio de uno de los mejores conciertos vividos en Cantarranas, llegaron The Sounds. Los suecos se mostraron algo más bajos que Kasabian pero gracias al show de su frontwoman, Maja Ivarsson, supieron estar a la altura de un público con ganas de bailar. Para cerrar la noche y el festival, Crystal Castles, esa banda que, mitad moda, mitad misticismo anfetamínico es tan reclamada por el público. Mal sonido, mucho estruendo y poca música, que era lo importante. En definitiva, un Dcode que debe crecer y situarse, pero que en su primera edición ha conseguido algo muy importante: volver a traer música en versión festival a la capital.
Foto: Dcode Festival
Redacción: J.Castellanos
festivalazo! por fin algo bueno en madrid desde l summercase1!
Esas fotos de https://www.flickr.com/juanrodrigueztalavera 😉 Gracias