Un amigo guionista le encontró en el baño de su apartamento de Manhattan con una jeringuilla en el brazo y restos de heroína. Philip Seymour Hoffman era el mejor actor de su generación, el hombre rubio, muy rubio, de voz grave. El tipo capaz de interpretar a despiadados hijos de puta, a personajes transparentes llenos de bondad, a desconfiados y enfermizos, a genios, a mitos, a perdedores, a sensatos y a depravados.
Que muriese de heroína es raro, no porque fuera un adicto, él mismo lo había reconocido en alguna ocasión, pero… ¿quién muere de heroína hoy en día? Fue atemporal en su vida y en su muerte. Y nos dejó decenas de buenas películas, algunas obras maestras. Repasamos su cine a través de la música de sus películas empezando por ‘El último concierto’ (2012). De la hipnótica ‘The Master‘ (2012) a ese clásic0 y desagradable título indie llamado ‘Happiness’ (2000).