Cuando a uno le proponen el binomio música-vino no puede dejar de pensar que aquello acabará en tragedia. No el caldo –viva el vino, Mariano- sino porque la banda sonora que acompaña al festejo se ve envuelta en coros rocieros, venados, camaleones y tiburones. En estas apareció el Enofestival para intentar cambiar esa impronta en el Palacio de Vistalegre de Madrid, la ciudad de los eventos musicales efímeros por excelencia.
Nacho Vegas fue el triunfador de la noche. Su figura hierática logró congregar al mayor número de personas ante el escenario. Sus grandes canciones y esa sensación que da saber que cuando uno está jodido siempre puede consolarse pensando que en algún lugar de Gijón o Madrid Vegas estará más destrozado, parece enganchar. Igual que para el de La Zona Sucia todo salió perfecto, la suerte se volvió en contra de The New Raemon, que enchufó la guitarra justo antes. Y es que cuando el concierto del señor Rodríguez estaba en su apogeo, el micrófono se convirtió en un mal aliado que decidió dejar de sonar y condicionó en parte el ambiente que había en el concierto. Es cierto que se recuperó, la voz del cantautor volvió a sonar y a terminar con decencia pero el aura ya estaba envuelta en lo grisáceo del ambiente, demasiadas canciones de invierno tras Christina Rosenvinge.
Al igual que hace unos meses dije que esta sala establecida en las tripas de Vistalegre sonó a gloria cuando pasaron por allí Elbow, esta vez, tal vez por el elevado número de grupos, el equipo o vaya usted a saber, el sonido del festival fue irregular. Los acoples fueron la tónica y alguna que otra banda se vio un poco perjudicada. Vea el caso de Tachenko, que tuvo que hacer frente a ese problema y a cuando saltaron al escenario era tiempo de siesta. Todo el festival, cada momento, estuvo bañado bajo demasiados grados de vino, con copas a uno y dos euros que gritaban seguir comprando tickets y catas de caldos de calidad que la gente escupía tras probarlos. Qué cosa tan fea.
Entre actuación y actuación aparecía sobre el escenario algún organizador del evento –como el José Isbert del balcón esperando el plantón de ese tipejo llamado Marshall- para agradecer al público, a los amigos, a aquel primo suyo que montó una empresa de catering en Melbourne y le va fenomenal y a la vida todo lo ocurrido. Entonemos el Asturias, patria querida.
Y cuando la gente comenzaba a irse tras lo de Vegas –la bajona no perdona, que dicen- aparecieron los nunca suficientemente valorados The Right Ons. Brutales. Enérgicos. Como si encerraras a Sly Stone con los Cream más eufóricos en una jaula rodeada de llamas. Ramiro Nieto –el batería- como Ginger Baker. Una de esas bandas que se lo pasan mejor en el concierto que el propio respetable. Como debe ser. Dicen que los periodistas somos X –ponga aquí cualquier oficio- frustrados. Tal vez yo tenga complejo de Right On.
Foto por Pedro Moral / Redacción por J.Castellanos