En la ópera existen muchos requisitos de protocolo, heredados de siglos de historia. Uno de ellos, el más lógico, es el respeto a la música mientras los intérpretes ejecutan. Nada de toses, estornudos, comentarios o ruido en general; mucho menos dejar que los gases corran libres. Pero, ¿y si es la propia cantante la que no puede ocultar sus pedos?
Puede parecer el sketch de una comedia escatológica, pero esta historia es verídica. Amy Herbst es cantante en la Nashville Opera Company, pero ya no puede cantar. Cada vez que lo hace, no puede evitar que las flatulencias se escapen. Por ello ha perdido su trabajo y ha demandado al gobierno estadounidense por una suma de 2’5 millones de dólares en compensación.
Toda esta debacle para la cantante de ópera comenzó con el nacimiento de su hijo. Durante el parto, Herbst necesitó una episiotomía que no se curó correctamente y no permitió al perineo cerrarse, causando la falta de control de sus gases. Las posibilidades de curación completa son, según los expertos, muy bajas.