- LINDSAY ZOLADZ
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6,8
- por Pedro Moral
En Estados Unidos todo es teatralidad y falsas (o dobles) apariencias. Eso en EE.UU., en el resto del mundo intentamos imitarles y nos suele salir bastante peor que a ellos. Desde un debate político que parece estar guionizado por Aaron Sorkin e interpretado por Denzel Washington y Ted Danson – ese Obama y ese Romney de pie, gesticulando, actuando y convenciendo … qué envidia- hasta esos eventos deportivos que parecen espectáculos circenses medidos al milímetro donde todo está pensado sin parecerlo. Por eso, y debido a ese efectismo intravenoso de la sociedad norteamericana, el país que inventó el jazz es el único lugar en el mundo al que podría pertenecer John Darnielle.
Este músico de Indiana se maneja en melodías folk y pop (últimamente más de lo segundo que de lo primero), la mayoría de atmósfera positiva y cargadas de energía, pero cuando uno profundiza en las letras es consciente de lo perturbado que está Darnielle. Sus canciones son poesías macabras sobre tipos marginados, aislados y enfermos de soledad. La Biblia en su estado más oscuro es otro de los elementos siempre presentes en sus versos. En el decimoquinto disco, éste que nos ocupa, titulado Transcendental Youth, habitan dos canciones con reminiscencias religiosas: Cry for Judas y In Memory of Satan.
En la primera las trompetas ocupan un papel importantísimo, su agradable sonido nos mece mientras la voz de Darnielle habla de arrepentimientos, de soledad y vacíos en los que caer irremediablemente: We are the ones who don’t slow down at all / And there’s nobody there to catch us when we fall. La orquesta de vientos que dirige Matthew E. White continúa soplando en su carta a Satán, dónde el compositor visita lugares más oscuros. En ambos cortes las melodías mantienen un reposado tono merecedor de significados mucho menos agresivos.
Los fantasmas siempre han acompañado a Darnielle. Desde que parió a la criatura, un proyecto musical llamado The Mountain Goats que alimentó él solito (los cinco primeros discos son sólo suyos), este músico, letrista y productor a lo Prince pero con manías lo-fi no ha hecho más que repetir las atmósferas negras en sus letras, el culmen llegó con We Shall All Be Healed . Por otro lado la columna vertebral de sus melodías siempre han sido las cuerdas. Es inevitable pensar en el manejo de Daniel Rossen con dicho instrumento cuando escuchas a Darnille. Incluso en los momentos más lúcidos y de mejor (y más) folk se puede deducir un toque del Wilco más primitivo.
Transcendental Youth, el décimo disco en el que Darnielle se rodea de músicos, comienza con Amy aka Spent Cladiator, una melodía pop que pretende ser un homenaje a todas las Amy Winehouse del mundo. Tras el piano lastimero de Lakeside View Apartments Suite y la ya citada Cry for Judas llega la parte central del disco, canciones aburridas y mil veces vistas en las que el músico estadounidense se queda corto en todos los aspectos. Until I Am Whole parece uno de esos éxitos pop que llenaban la banda sonora de Dawson Crece.
Con The Diaz Brothers Darnielle aumenta otra vez la intensidad del álbum golpeando las teclas con un impulso que llega desde los orígenes del rock.
Pero volviendo al principio, esa dualidad entre lo teatral y lo real, lo etéreo y lo eterno, es el secreto de este tipo con gafas y gesto de bobalicón. El cuarto corte, Harlem Roulette, retrata a un personaje que perfectamente podría vivir en las películas de Sofía Coppola, un tipo rodeado de éxito pero terriblemente solo. Al final, todos caemos irremediablemente en la teatralidad y en las falsas (y dobles) apariencias.
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