Muchas veces entendemos, de manera equivocada, que la Música pertenece a los jóvenes. Nosotros somos la revolución y nadie puede hacerse con nuestra voz. Pecamos de soberbia y egoísmo al actuar de tal manera. La juventud (aunque suene a anuncio de cosmética) no se mide por la edad; es el espíritu lo que mantiene tus músculos en tensión y tu mente inquieta.
La gran mayoría de artistas legendarios han conocido el éxito en sus más tiernos años, cambiando la universidad por las giras mundiales. Otros no han corrido la misma suerte. Son varios los músicos que han tenido que esperar casi a las puertas de la vejez para hacerse un hueco entre la pubescente escena musical.
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Seasick Steve: la quintaesencia de la supervivencia
La historia de Steve Gene Wold es digna de la tragedia griega. Desde los 13 años, Wold ha sido vagabundo, ha mendigado, ha trabajado en el campo, en estudios de grabación, en ferias, ha sido músico de estudio. El bluesman por excelencia, de polizón en trenes de ciudad en ciudad, su vida no ha sido fácil.
En 2006, a los 65 años, apareció en el show de Jools Holland y ahí cambió su vida. De la noche a la mañana, se convirtió en una estrella internacional, ocupó su lugar en festivales como Glastonbury o Reading, colaboró con John Paul Jones y las ventas de sus discos alcanzaban las siete cifras.
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Lee Fields: un ejemplo de perseverancia
El “Pequeño James Brown” siempre ha estado ahí. Presente en los últimos compases del triunfo de la Motown original, el soul y el R&B de Fields han merodeado desde los ‘70 con un éxito relativo. Los ‘80 fueron injustos con casi todos los géneros pasados y la voz de Lee Fields tuvo que permanecer callada, esperando a su regreso en el año 92.
Fue a finales de esta década cuando el hip-hop comenzó a fijarse en los frenéticos ritmos del funk y el R&B de Fields, elevando una carrera de 30 años a un reconocimiento del que aún disfruta con su encarnación en Lee Fields &The Expressions.
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Charles Bradley: el éxito tras el dolor
Aquí encontramos otro hijo pródigo de James Brown; no literalmente, este en concreto no. A medio camino entre la experiencia vital de Seasick Steve y Lee Fields, los primeros años de Charles Bradley fueron duros. Descubrió a James Brown a los ocho años y, desde entonces, su fulgurante meta brillaba con claridad. Sin embargo, la vida en la calle, trabajos sin futuro y el nomadismo no le permitieron cumplir ese sueño.
Tras muchos años, regresaría al barrio que le vio crecer, Brooklyn, para trabajar como imitador de Brown bajo el seudónimo Black Velvet. La muerte de su sobrino inspiraría sus primeros éxitos, ‘Heartaches and Pain’ y ‘The World (Is Going Up in Flames)’, incluidos en su brillante debut, ‘No Time for Dreaming’ (Dunham, 2011).
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Jeff Bridges: un artista polifacético
Este es un caso peculiar. Como actor, Jeff Bridges ha sido El Nota, Kevin Flynn y otros tantos carismáticos personajes, por lo que su carrera interpretativa no requiere prólogo. Sin embargo, su talento musical ha pasado desapercibido hasta que a sus 51 años publicase ‘Be Here Soon’ (Ramp, 2000) y terminara explotando con el homónimo ‘Jeff Bridges’ (Blue Note, 2011).
El country encontraba matices de blues y jazz, pulidos, brillantes y, para algunos puristas, demasiado embellecidos; la realidad es que su ritmo, sin ser para todo el mundo, confiaba su emoción en la profundidad de Bridges, no en una producción crudo. Desde entonces, su inquietud musical ha vuelto a sumergirse bajo tierra, deseosos de escuchar cuál será su siguiente paso.