SPRING BREAKERS. Cada letra aparece con una forma y un color distinto. Los tonos fluorescentes parpadean en el fondo negro. Suenan las primeras bocanadas sonoras de Scary Monsters and Nice Sprites. Y ¡boom! Culos moviéndose a cámara lenta, gafas de sol que ocultan miradas henchidas en sangre, movimientos obscenos, alcohol resbalando por el pecho de jovencitas o el torso de jovencitos que pretende perder algo más que la cabeza durante una semana, justo lo que duran las vacaciones de primavera en las que se folla, se droga y se bebe como si se acabara el mundo. Y quizá el mundo se acabe porque después hay que volver a la monotonía del trabajo o del curso universitario y ya nada será lo mismo.
La canción de Skrillex es una desvergonzada combinación entre un house melódico y estival con otro ruidoso, excesivo y muy duro. El loco de Sonny John Moore encuentra el tono perfecto para describir el desfase que invade ciertas playas de Florida durante la primavera. Se sobrepasa de la misma forma que lo hace Harmony Korine con los personajes de su película.
Es posible que tilden esta película de “asusta-padres” pero realmente es una evolución natural de aquello que ocurría en Woodstock, por ejemplo. El sexo se busca con la misma voracidad y la música se siente de la misma forma solo que a través de distintas drogas. Únicamente la violencia ha cambiado, ahora es gratuita. Es el destino de la generación que se retrataba en El club de la lucha.
Para retratar esa desidia generacional culpable de las incomprensibles ganas de ver el abismo Korine ha contratado los servicios de Cliff Martinez. Su trabajo en Drive era sutil aquí es inquieto. Uno de los cortes, Pretend It’s A Video Game, ejemplifica muy bien esa pasión por la incuria. Los teclados transforman el sonido en la antesala de la huída. “Será como un videojuego” le dice Ashley Benson a Rachel Korine, esta vez no hablaban de sexo, hablaban de violencia.
Las melodías corrompidas de Skrillex como With You, Friends no sólo sirven para visualizar las fiestas desproporcionadas donde Vanessa Hudgens esnifa coca encima del vientre desnudo de una desconocida, también es capaz de emular el misterio de Martinez y componer sonidos con los que adornar el descenso a los infiernos.
El hip hop de DangeRuss titulado Hangin’ With Da Dopeboys en el que James Franco –ese tipo amable y actor respetado que no tiene ningún reparo en interpretar a un gánster violento e idiotizado con dientes de plata- debuta como rapero es el pasillo a las puertas de ese abismo. Un abismo por el que Selena Gomez, de carita angelical y lengua sibilina (así lo demostró en las entrevistas promocionales), no pasa. Pero qué más da si la lengua traviesa de Hudgens es capaz de conseguir que James Franco haga una mamada al cañón de su propia pistola.
Pero lo más grotesco está por llegar. Cuando Spring Breakers comienza a teñirse de colores oscuros (metafóricamente hablando porque el tono rosa fosforito es perenne), cuando la violencia deja de ser un escape al aburrimiento, cuando el sexo no solo es serio si no que también es compartido, entonces, al principio de toda esa decadencia, es cuando suena Britney Spears. James Franco sentado en un piano blanco toca Everytime. La canción de esta princesa del pop que después fue yonki y que no solo anduvo entre tinieblas sino que estuvo a punto de quedarse. Quién mejor que ella para ser ejemplificar la corrupción de la belleza y la inocencia.
No hay concesiones en este retrato crudo de la escapada violenta llevada a cabo por cuatro dulces criaturas. La juventud no es más degenerada que antes, la diferencia es el filtro de Instagram.