Ocho años siguiendo a dos bandas, casi 10 años viviendo el rock más bajo, viendo el crecimiento de dos formaciones en el prólogo del apocalipsis de la industria musical. La directora Ondi Timoner comenzó a seguir a The Dandy Warhols y The Brian Jonestown Massacre a lo largo de la geografía estadounidense. Contempló mesas cubiertas de polvo blanco, contratos discográficos volátiles, luchas de ego y el ocaso de la música como se conocía hasta entonces. De aquella década de trabajo salió ‘Dig!’ (2004), el documental -película- que mejor ha explicado nunca un arte al que se le empezó a minusvalorar cuando se le puso el apodo de negocio.
La historia de The Dandy Warhols es la de cientos. La banda de Portland -hoy cuna de lo moderno- inicia un camino lleno de decepciones discográficas y pasos en falso. El cuarteto liderado por Courtney Taylor se forma en 1994 y debuta un año después con ‘Dandys Rule OK‘ ( Tim/Kerr, 1995), un álbum que, sin ser excepcional, deja ver buenas intenciones. Capitol, mastodonte de una industria anclada en Spice Girls y Back Street Boys que comienza a dar signos de cáncer, se fija en los de Oregon como el futuro de lo último. Entre tanto, en San Francisco, un loco mágico comienza un camino en el que se enfrentan el genio, la heroína y el delirio mesiánico. Anton Newcombe es un apátrida de la moralidad y además tiene una banda: The Brian Jonestown Massacre.
Pongámonos en escena. El grunge, estilo reinante, muere de un balazo en la cabeza de Kurt Cobain. Estados Unidos queda huérfana de rock. Gran Bretaña aún vive los años de esplendor del britpop y Oasis disfrutan de camiones enteros de farlopa y peleas con el esnob de Damon Albarn. En las cloacas musicales habitan bandas que viven la música como el que vive la poesía; una república centroafricana de libertinaje a la que se acercan los grandes sellos musicales como se acercaban los colonizadores en el XIX. En ese mundo se encuentran dos bandas amigas que tomarán caminos diferentes. The Dandy Warhols firmarán por la ya mencionada Capitol en lo que supondrá una auténtica decepción respecto al mundo de la industria, algo que Newcombe sabe definir muy bien:
Los hijos de puta, los abogados, los contables… todos esos idiotas son los que echan a perder el negocio de la música. No es Napster ni un chaval descargando mierda.
The Dandy Warhols publican en 1997 ‘…The Dandy Warhols Come Down‘ (Capitol, 1997). Todas las promesas de la disquera se evaporan cuando encuentran un álbum no vendible, sin éxitos masivos para sonar en la radio. El sello californiano se despreocupa de la promoción del disco, echando el resto en un videoclip que provoca la risa en la banda de Newcombe y los primeros lances entre ambos grupos.
Entre las constantes peleas, adicciones e ideas de alguien a quien comparan con los mejores músicos del silgo XX, Anton Newcombe graba junto a sus compañeros itinerantes y en un solo año tres álbumes de brillante factura: ‘Take It From the Man‘ (Bomp! Records, 1996), ‘Their Satanic Majesties’ Second Request‘ (Bomp! Records, 1996) y ‘Thank God For Mental Illness‘ (Bomp! Records, 1996). Más de una treintena de canciones no suponen demasiado para alguien que se jacta de saber tocar más de 80 instrumentos. No serán los últimos pero el triplete descompondrá la mente de Newcombe y también comenzará a hacer efecto el amor tóxico a la heroína. Con la llegada de ‘Give It Back‘ (Bomp!, 1997), único álbum en el que grabó Peter Hayes -que más tarde formaría Black Rebel Motorcycle Club– comienza a crecer la egolatría desmedida del líder de la banda.
En esos tiempos, The Dandy Warhols comienzan a tener su hueco en Europa. Allí sus canciones sí se escuchan y sus visitas en giras y festivales se acrecientan. París, Madrid, Londres… conocen la vida del estrellato. Tres años después y con la llegada del nuevo milenio sale a la venta ‘Thirteen Tales From Urban Bohemia‘ (Capitol, 2000), el álbum que Capitol pedía. Todos los grandes eventos europeos de música quieren a los de Oregon en su cabeza. ¿Cómo pudo suceder todo esto? ‘Bohemian Like You’ se convierte en la canción estrella con la que desembarca Vodafone en todas las televisiones del continente. Lo que no conocían de todo aquello los de Taylor es que acabarían siendo recordados por un solo tema. El precio a pagar fue demasiado alto.
La película habla en muchos casos de lo romántico del fracaso, de cómo hacer una revolución en un arte que se mueve por números y porcentajes. Newcombe prefería hacerla a su modo, alejado de toda industria, por sus propios medios y con el punto de locura necesario para creerlo. Taylor y compañía optaron por cambiarla desde dentro con el punto de ignorancia consecuente. Ninguno lo consiguió a simple vista, aunque Newcombe opina lo contrario:
La revolución ha sucedido. ¿Has oído a The White Strypes en la puta radio? Hay una gran diferencia porque, cuando yo empecé, estaban Pearl Jam […] ¿Cuántas personas están imitándoles ahora? ¿Cuántos imitadores tengo yo? Yo empecé todo esto.