¿Os acordáis cuando Dumbo se la pilló doblada? “Picos” de surrealismo semanales
Maleducados, hipócritas y estúpidos. Los madrileños sois la peor calaña de audiencia que jamás pueda observar un artista sobre el escenario. Quedaros en casa.
Maleducados
Cuando una banda se planta sobre el escenario está haciendo una representación artística, es decir, una expresión musical. Es lo mismo que si vas a la ópera o al teatro, sigue siendo una obra, una expresión. Hay representaciones artísticas que requieren cierto grado de silencio, la personalidad de ese estilo de música denota que tiene que ser atendida sin ruido, tanto para respeto del artista como del propio oyente que alcance sensorialmente la plenitud. Porque de eso trata la música, de construir formas, expresar experiencias, deleitar, emocionar, soñar, producir choque. No un mero impacto superficial y temporal de “esta es nuestra canción, pequeña, nos besamos escuchando Mumford & Sons en mi coche”.
Creo que era 2007 cuando empecé a percatarme de la mala educación del público madrileño. Era una sala pequeña, Café de la Palma, y tocaba Cuchillo, banda que por su carácter musical no necesita ni un estornudo. Sábado por la noche y yo me preguntaba: “todo este runrún que entorpece la concentración en el concierto, ¿es necesario?¿no tenéis un bar enfrente para contar lo bien que van vuestros sellos y promotoras discográficas?”. Mientras el concepto se gestó en mi cabeza sin mucho análisis durante años, llegó El Día de la Música 2011, entonces una banda de los pies a la cabeza como Toro y Moi tocaba a las 7 de la tarde ante una apabullante audiencia que estaba…tomando cerveza y postureando para la galería. 19 personas, 19 contadas (de 1.000 probablemente alrededor del escenario) atendiendo con precisión a la propuesta musical ofertada. Qué decir del tercer ejemplo representativo de la mala educación del público madrileño, el concierto de The XX, aquella congregación de pseudo-hipsters-pijos-alternativos-indies embalsamados en poses de Instagram. La última gran hazaña de los madrileños fue el viernes, una vez más en La Riviera (la única oferta de sala media que tiene una capital de Europa como Madrid), con Beach House. Victoria Legrand se dirigió al público amablemente dándoles de la medicina de la educación que ellos no tenían: “sois el público más enérgico y ruidoso que nos hemos encontrado”. Es decir, en cristiano: “callaros de una puta vez”.
Tengo la suerte de conocer mundo, y de eso se aprende y acumulan experiencias. Estas continuas situaciones de mala educación en conciertos en directo no me han ocurrido en Nueva York, San Francisco, Boston, Londres, París, La Habana y Estocolmo. En Brooklyn lo que tienes es una insoportable diarrea visual de pase de modelos hipster a lucir palmito, pero calladitos, y en San Francisco son tan silenciosos que aburren hasta en un concierto de Best Coast. Las comparaciones son odiosas pero elementales para observar en pantalla de 43 pulgadas la horrorosa imagen que damos a los artistas en gira de paso. Sí, aquí viene la parte que somos la peste comparados con el resto del mundo, pero si nos lo ganamos a pulso ya son nuestros propios méritos de mediocridad en los que nos gusta rebozarnos tanto como cerdos en el barro. Así luego tenemos conversación en el bar y líneas de papel e Internet como estas para quemarnos aún más.
Madrid no solo no es una ciudad de festivales, sino que no es una ciudad de conciertos directamente. El madrileño no es un buen oyente, no sabe escuchar, no sabe atender, no saber percibir, no sabe entender, no sabe recibir las propuestas musicales, tanto las que desconoce como las que conoce. El madrileño va a un concierto como un evento de ocio, no como un evento cultural/artístico.
Hipócritas
No se diferencia mucho el que se sienta a ver a Guti aplaudir saltos de famosos a una piscina del que va al concierto de Mumford & Sons hoy. Es más, probablemente sean la misma persona. Aún más, ese/a mismo@ individu@ es el que vomita contra Ana Botella en forma de aspersor por asesinar la vida cultural de la Villa de Madrid. Si para “tres” conciertos de banda extranjeras de música independiente que hay ahora en Madrid y tú vas a uno para refreír a tu amiga con la historia de que te ex es un cabrón. Teniendo en cuenta que la lenta señora de Aznar, el anterior que ocupaba esa silla y su partido en el gobierno han hecho desangrar la oferta musical independiente en la ciudad si comparamos año tras año anterior.
Es lo que se está convirtiendo Madrid, el gran inconveniente de la globalización es que el alma la empiezas a hipotecar por pedazos al aparato capitalista de las tendencias. Empezamos a ser ciudadanos esclavos-consumidores del Carrefour cultural que produce riqueza, no moral pero sí de pose (y eso son euros). Ahí están ese Williamsburg y Bricklane ideados hace más de diez años como barrios modernos por… ¿las revoluciones culturales? No. Por inmobiliarias. Esa superficialidad moral es la que conduce a la hipocresía de esculpir la pose del gran defensor de la cultura, meando con la boca sobre el poder político pero en la práctica no se atreven a sacar la chorra o poner el culo al aire.
Estúpidos
Porque hay que ser gilipollas para pagar 30 euros por un concierto e invertir el 80% del tiempo en lo mucho que eres y haces hablando y lo poco que eres y haces en realidad (para eso tienes tu bar de hipsters con bicicletas colgadas en las paredes y un Verdejo en la mano). Porque hay que ser mem@ para pillarte el pedo de viernes para vociferar tu petardeo (para eso tienes tu bar de viejos de moda de Malasaña). Porque hay que ser lel@ para ir a un concierto porque sabes que la banda es “de lo más indie del momento” a lucir palmito (para eso tienes la calle Espíritu Santo).
Maleducados, hipócritas y estúpidos. Quedaros en vuestra casa, hasta os lo recomiendo por el bien de vuestras finanzas, si total podéis hacer lo mismo que en el concierto que no estáis respetando.
PD: He nacido en Madrid y vivido a ojo unos 25 años y 3 meses.