De estrellas del cine a estrellas del rock

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La transición de estrella del cine a estrella del rock se está convirtiendo en una senda habitual en el Hollywood de hoy que tiene la cabeza metida dentro de su culo. Es uno de los símbolos  de la anemia de la industria cinematográfica. Sin embargo, nada más lejos de la novedad, los “oficios” de actor y músico han estado integrados a la inversa desde los comienzos del séptimo arte, preferentemente por las dotes vocales de los actores y actrices. En los días en que el cine brilla por la crisis de ideas, las figuras histriónicas recurren a su talento natural (quien lo tiene) y buscan recuperar el otro sueño de su adolescencia que todo hijo de vecino norteamericano tiene, ser una rock’n’roll star.

Ya Barbara Streisand inició la doble carrera en los ’60, una tendencia que planea sobre las colinas de Los Ángeles hoy, y no solo dirigido hacia la esfera de los cantautores. En busca de la prolongación de sus habilidades artísticas, recuperar el otro típico sueño de su juventud  yanqui o, en otros casos probablemente, paliar meses de aburrimiento de dólares que ciegan sobre las limitaciones de uno, la ambición de los actores a convertirse en músicos se torna en muchos casos incompatible con su trabajo principal.

Aunque ni siquiera “la Streisand” se libra de cierta atmósfera jocosa en torno a sus cargadas armonías tras nueve Grammys, cuando los Grammys no eran la excelencia de la mediocridad. Hollywood también ha dado verdaderos talentos para la música, la mayoría de ellos han desarrollado esta carrera a la sombra de la cinematográfica desde su juventud. Es el caso de Ronny Cox (Superdetective en Hollywood) y su folk-country del suroeste; también, el rock salvaje de la furiosa voz de Juliette Lewis (El Cabo del Miedo), Juliette and The Licks; la divertida fusión de rock, folk y soul de ambiente Americana de Kevin Bacon (Apolo 13, Mystic River) y su hermano Michael como The Bacon Brothers; u otros ejemplos del despertar de la agudeza acústica innata como el risueño pavo Jack Black (Escuela de Rock, Tropic Thunder) y sus destartalados Tenacious D, Dennis Quaid (Frequency, Un Domingo Cualquiera) & The Sharks, o Russell Crowe (Gladiator, El Dilema) con su colectivo, nacido en el grunge más amelenado, The Ordinary Fear of God. Otros como Bill Murray, (Cazafantasmas, Lost in Translation) diambulan haciendo cameos versionando a Van Morrison. Aunque para Murray inauguro una categoría personal porque la religión que practico es Bill Murray cuyo dios es Bill Murray.

Entre las últimas horneadas de transiciones están las melodías de índole The O.C. de otro miembro del extenso árbol genealógico Coppola, Jason Schwartzman (Viaje a Darjeeling), ex-Phantom Planet (del famoso himno California) y único miembro-creador de la banda Coconut Records, con la que ha colaborado una de “las indies” por excelencia, Zoe Deschanel (Casi Famosos), quien, además, unió fuerzas con el detallista M.Ward para formar She & Him. Otra que ha copado portadas de publicaciones alternativas es Scarlett Johansson (La Isla, Lost in Translation), que en 2008 destrozó sin piedad versionando diez temas de Tom Waits en un álbum bajo su nombre y estrenó grabación un año después con Pete Yorn, Break Up. En este abanico encontramos incluso estrellas de la televisión como Adrian Grenier (Vincent Chase en El Séquito), batería de The Honey Brothers, o Taylor Momsen (Jenny en Gossip Girl) con su capricho de “soy pijo pero voy de moderno” The Pretty Reckless.

Las habilidades como actor no siempre se trasladan a los escenarios. Algunas pisan las fronteras del cursi mamarrachismo pijo de pose, ya sea con vocales o en videoclips, Kirsten Dunst (Spiderman, Maria Antonieta). Un reciente ejemplo es la lluvia de críticas vertidas sobre Billy Bob Thornton (Monster’s Ball, Armageddon) tras su salida de tono en la gira que su banda, The Boxmasters, tenía prevista por Canadá. El nominado dos veces al Oscar tildó a sus vecinos del norte de “puré de patata sin salsa” en la radio pública canadiense con la consecuente cancelación de sus actuaciones tras ser abucheados en Toronto. Otro que nunca ha recibido cariños de la crítica por su faceta musical es Kevin Costner (Bailando con lobos, Los Intocables) que acaba de terminar un tour con su grupete de country, Kevin Costner and Modern West, con más paradas en la tabernas de la América rural que en escenarios de metrópolis, dando divertimento al estadounidense incondicional de las carreras de la NASCAR. No nos olvidemos del hip hop, aquello de Joaquin Phoenix era todo una farsa pero Mark Wahlberg (Tres Reyes, Infiltrados) tuvo su etapa de rapero-melenudo grunge en los ’90, y otros como David Hasselhoff (Los Vigilantes de la Playa) se resisten a hacerlo pese a la burla general (menos en Alemania, número uno en las listas a la caída del muro).

Unas veces por la falta de talento natural, otras por las críticas de la prensa especializada (y amarillista), el gremio de actores-músicos es un grupo insulso de artistas que simbolizan la decadencia del cine actual desprovisto de forma alarmante de creatividad. Y eso es lo más grave de todos, no que un arte se esté desvirtuando (bueno, en la esfera mainstream), sino que ese arte no busque ideas, porque la creatividad siempre está viva, solo hay que saber/tener ganas de buscarla.

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Pedro Moral
Pedro Moral
Periodista especializado en Cine, formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2014. Actualmente, prosigue su carrera en diversos medios.

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