¿Os acordáis cuando Dumbo se la pilló doblada? “Picos” de surrealismo semanales
A mi nadie me enseñó en la facultad a escribir críticas de discos, por no enseñar no me enseñaron nada. Y aunque a muchos os decepcione, tampoco soy un músico fracasado y por eso escribo de música. Lo siento, siempre os puede quedar el argumento de “becario, vete a tu casa” al mismo tiempo que vociferáis sobre mi capacidad de prejuzgar. Irónico.
Pero por mucha capacidad de lectura de los mejores críticos musicales, de los que no hay ahora, creo que he desarrollado un esquema lo más cercano a la objetividad para desgranar un disco, aunque eso sí, una crítica es un alto porcentaje de subjetividad. La forma más profesional de analizar un álbum es: melodía de las canciones, ritmo, instrumentación, letras y emoción, es decir, lo que transmite sensorialmente. He de decir que soy un fiel creyente de exponer bien esta última parte, porque de alguna manera es la traducción del buen o mal trabajo hecho en las cuatro primeras características técnicas. Prefiero utilizar el sexo sentido de que “toque la patata”. Por último, las canciones forman un todo, es una obra, que hay que desangrar bajo los cinco aspectos mencionados.
Bien, con la crítica del quinto disco de The Strokes, ‘Comedown Machine’, los medios musicales del mundo han vuelto a dar un esperpéntico espectáculo periodístico. Tendencioso a más no poder. Como con el Born To Die de Lana Del Rey, la prensa ha sacado todas las deficiencias de estos tiempos bajo un único, repiqueteado y refritado argumento: la comparación con Is This It. Yo creía que con Angles se había acabado ya el crédito (y la vergüenza) de esta renta comparativa. Pero no. Veamos:
- Los malos. “Actualmente hemos llegado de que discos como el soberbio Is This It o el injustamente maltratado Room Of Fire parecen cosas de un pasado muy, muy lejano”. ¿Quizá haya leído esta frase un millón de veces? Un millón uno ahora. Yo no pretendo hacer una crítica de disco hoy, este medio sí lo pretende siempre. Pido el favor de hablar con la terminología periodística adecuada, esto es una vomitona (no sin falta de razón algunos párrafos) no una crítica de disco. Sin duda, para paradigma tendencioso: “¿Recordáis cuando los Strokes grababan esos discos que eran lo mejor de cada año, llenos de canciones redondas e incluso himnos para tribus urbanas…?”, “y cuando llevábamos todos Converse y nos hicimos alternatas” podría ser la perfecta continuación.
- Los feos. “Is This It no volverá a existir”, pues claro, ¡coño! Ni el bigote de José María Aznar, pertenecen ambos al año 2001. “Hace una década, tras el 11 de Septiembre, era la época de los pitillo y el retro-garage-rock. Los Strokes eran la realeza del rock. Su álbum debut, Is This it?, llegó a ser la definición inmediata del hispter guay de Nueva York”, y en 1492 los Reyes Católicos conquistaron Granada y por eso no nos gobiernan los moros, vale, si mi abuela tuviera ruedas sería una moto.
- Los buenos. Xavi Sancho, en ‘Elpais.com’, sin ser una fiel crítica porque realmente es solo un párrafo de crítica y el resto es un despiece de maestro pescadero, es lo mejorcito que hay.
Efectivamente, eso no son críticas de disco. Y esto tampoco: un disco difuso, carece de coherencia, les falta agitar las joyas de cara a la galería mientras se fuman el cigarrito colgando de los dedos. Sin furia, sin corazón, sin pelotas básicamente, Casablancas tragando pollas con ese falsete, ya nada de berreos con todo el mocazo en la campanilla como en aquel Take It or Leave It. Desaprovechan ciertas reminiscencias de brillantez como All The Time o te preguntas en qué coño estaban pensando para hacer de Welcome To Japan una canción de fondo para hacer la declaración de la renta y que de repente tenga un gran pepino final. Malas bromas como 80’s Comedown Machine perfectas para la próxima indie-movie de Sofia Coppola, cagaditas de paloma de Central Park como Call It Fate, Call It Karma y la patada en las pelotas de Chances donde llegó el día donde ya no sé si estoy escuchando The Killers o The Strokes. Por ahí ya no paso.
Porque, ya en términos más serios, esa es la gran conclusión de este disco: cuando escuchabas antes The Strokes, sabías que eran The Strokes, tenían una personalidad inconfundible. Cuando escuchó ahora Strokes, no sé quienes son. Desde luego que acepto la amplitud de miras sonoras de una banda, de hecho es necesaria la evolución, pero se han acabado disolviendo como un azucarillo. A mi Strokes ya no me pone palote.