Marzo de 2007. Aeropuerto de Estocolmo. Es jodido que una de las referencias que tengas de Suecia con 20 años sea una banda de música de moda. Más jodido y menos creíble es que justo te los encuentres en el aeropuerto de Estocolmo a las 8 de la mañana de un martes. Y más jodido aun es hacer el puto ridículo al pedirles una foto del pedo que llevas todavía encima de diez días de fiesta en la visita a un amigo de Erasmus. ¿Creíble? No. Cinco horas después estaba jugando al rugby y veinte minutos después con un botellín en la mano contando que me había encontrado con Mando Diao en el aeropuerto de Estocolmo. ¿Alguien se lo cree? Nadie se lo creyó. Pero pasó.
Tú antes molabas Mando Diao. ¿Qué fue de estos tipos? Fueron la banda sonora de muchas juventudes, de esa explosión del moderneo indie madrileño que se encerraba en el viejo Independance de la sala Bogui y el Low del techo de metro y medio trampa mortal de incendios que hoy cerraría ‘la Botella’ fumándose un puro en su jacuzzi. Bonitos aquellos años del Tupperware de moda donde Malasaña pegaba un estirón hacia la comercialización de la cultura hipster basura de Vice, tiendas de pseudo segunda mano, parches de Strokes, hordas de pitllos se empezaban a acumular en el H&M de Gran Vía y Goya, Russian Red iba a conciertos de Mando Diao cuando todavía no era Russian Red.
Bueno, eso no era 2007, ¿2004, 2005 quizá?. Soy de aquellos tipos, de los que se hicieron melómanos con Oasis en un walkman a los 12 años, que copiaron el casete de Pepsi con el “There is a train” de Undrop y el “Chup chup” de Australian Blonde, que declaraban mesianismo a Planetas y Piratas cuando nos pillaron de refilón y que follaban con Strokes, Mando Diao, Kings of Leon, Libertines, B.R.M.C, Clap Your Hands Say Yeah, The Sounds, We Are Scientists, The Sunday Drivers, Sidonie (en inglés), White Stripes, esa era nuestro rollo; DJ Amable era el mismo manta que ahora pero nos tragábamos sus popurrís anuales mezclando a toda esa idiosincrasia.
Nuestra mierda, no se si peor o mejor, cualquier tiempo pasado fue mejor dirá uno, los Vaccines, Black Keys, etcétera de ahora fueron mejores dirá otro dentro de cinco años. Yo profesaba devoción a Strokes, filosofaba con Libertines, me revolcaba con White Stripes y escupía fuego con Mando Diao. Porque de todas aquellas hormonas que regurgitaban, Mando Diao eran los que provocaban el tornado en mi estómago. Era aquel hedor a sesentero de las guitarras lo que creaba una fisión nuclear en todas las células del cuerpo con el agónico “You Can’t Steal My Love”, era el “God Knows” publicitario que machacabas en bucle de camino a Low, era hacer el salvaje en el botellón legal al llegar al barrio a las 6 de la mañana con “Paralyzed”.
El rock murió entre el 73 y el 74 bajo la teorías de Lester Bangs y Homer Simpson. Led Zeppelin, Metallica, Guns N’ Roses y todos los que me olvido pasaron después. No lo viví pero vale, reventaban corazones por la presión de la sangre. Pero el verdadero rock and roll fue el de los sesenta, el empírico rock and roll es el que hace vomitar el estómago. El rock and roll se siente con el estómago y la bilis, no con el corazón y la sangre. Dadas las circunstancias degenerativas de la industria discográfica, Mando Diao no era rock and roll, pero era lo más aproximado (y no puedo ni imaginarme lo que fue aquello) a la revolución estomacal de cuarenta años atrás de cagar fuego. “Bring Em’ In” (2002) con aquellas “blueserías”, vomitonas como “Chi Ga”·y “Little Boy Jr”, y “Hurricane Bar” (2004) con épicas rockeras engalanadas como “Annie’s Angles” y “Kingdom & Glory”, fueron su gran aportación a la historia de la música de esa generación de “bandas-de-solo-dos-buenos-álbums” (Kings of Leon, Libertines, Strokes, B.R.M.C., We Are Scientists).
Después llegó simplemente otra época, esa que impone la mano oculta y poderosa del marketing de la industria, empezó aquel dance-rock plastificado y decadente en Inglaterra al que los suecos se subieron de forma ridícula, hasta los días de hoy donde nota más grave del bajo queda empapada de un sampler. No se que ha hecho Mando Diao estos años después, tres o cuatro discos mientras jugaban al póquer con las manos y pensaban con los pelos del culo, lo poco que he escuchado es puta basura. ¿Eran tan la hostia? ¿Juzgamos la música por las modas que nos marcan? Rechazamos el cambio sistemáticamente por naturaleza y alegamos que cualquier tiempo pasado fue mejor, ¿no?. Era lo que era, las cosas se ven diferente con perspectiva según los tiempos, yo era aquel gilipollas y ahora soy otro gilipollas: pero no cambiaría ni un solo ápice de aquello. La única prueba auténtica de si aquello fue buena música y una banda era le leche es cuando años después una persona, con una sola persona vale, encuentra un disco a un dólar en una caja de mierda y dice: ¡no jodas, los……..! Bueno, ahora es el jodido síndrome de Diógenes en iTunes.