La crisis económica nos está devorando por dentro y las alternativas para salir adelante comienzan a extinguirse poco a poco. Siempre nos quedará Alemania. A mediados de los 50’ ya fue nuestro destino preferido, era necesario huir del olor a cerrado que se había instaurado en nuestro país. Los gastarbeiter (trabajador invitado) llegaron desde Italia, España y Grecia. Diez años más tarde Alemania seguía necesitando mano de obra (en la Segunda Guerra Mundial perdieron al 7% de la población) y aquí es donde entra Turquía. La mano de obra barata llegada de oriente cobró más y más importancia en el país europeo hasta ser la más numerosa, hoy son el grupo de inmigrantes (ya hay de cuarta generación) más importante, 1,66 millones.
Yasemin Samdereli es nieta de inmigrantes y si el itinerario del filme tiene algo de autobiográfico (según la propia directora bastantes cosas) podemos concluir que su experiencia familiar está muy cerca de un cuento costumbrista, mágico y conmovedor. Es decir, que Samdereli olvida la delicada situación de los turcos en Alemania, rechazados tanto por los alemanes y como por los turcos que se quedaron en Tuquía. Esta película no interesa a los alemanes porque habla de turcos ni a los turcos porque habla de ex compatriotas. 50 años después la integración sigue siendo muy complicada. Así están las cosas, sin embargo, la película ha sido un éxito en Alemania.
La frescura con la que está contada esta historia y la implacable ironía que impregna la primera parte de la película es la clave del éxito de Almanya. Samdereli relata con mucha gracia las insalvables diferencias culturales y no se corta ni un pelo, ni siquiera para utilizar el bigote de Hitler como gag en un onírico retrato del alemán típico. La maravillosa fotografía de Ngo The Chau recrea un universo cercano a Jean-Pierre Jeunet y su Amelie que acompaña a la perfección el realismo mágico de los chistes. Las escenas intercaladas entre el presente y el futuro se balancean ante el espectador entre las carcajadas producidas por un envolvente sentido del humor. La clave es reírse de lo serio sin faltarle al respeto, por ejemplo, ese Jesucristo con tez demoniaca en el imaginario de un niño musulmán. Una gozada.
Aunque la directora ignore las claves de un drama histórico que dura hasta hoy, la comedia bien escrita -al parecer las hermanas Samdereli escribieron 50 guiones- siempre es un plato de buen gusto. Las mejores comedias son las que tienen un trasfondo negro. Pero el problema de Almanya es que a mitad del metraje la película adquiere una dirección melodramática tan manida que tira por la borda la sensación de noble ironía mantenida hasta entonces. El recuerdo de Little Miss Sunshine ensombrece las intenciones de Samdereli. Poco a poco la película se vuelve pesada y deja de hacer gracia. El hecho de que Angela Merkel aparezca en la película como una entidad comprometida y amable con el inmigrante es el colmo de lo falso.
Almanya no perdura en la memoria, por un lado no hace justicia a una generación de inmigrantes y por otro lado aunque su humor es de buena calidad siempre habrá mejores comedias.
[5.5]
por Pedro Moral
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