Michael Jackson era una contradicción personal y financiera. Su chirriante personalidad y grimoso aspecto era fruto de su genialidad como artista que iba ligada al hedonismo por el derroche que profesaba, donde tuvo cabida una maniobra financiera magistral que le permitió esa excéntrica burla al gasto de millones de dólares (y permitirá a sus hijos): la adquisición del catálogo de canciones de The Beatles.
Desde 1963, Northern Songs era la propietaria de los derechos públicos de las canciones de los ‘Fab Four’. Ser propietario de los derechos públicos de una canción quiere decir que tienes los derechos de explotación (normalmente en manos de las discográficas), es decir, te paga quien versiona la canción, quien la pone en un documento visual (películas, anuncios…) y quien reproduce esa canción (en la radio, en una tienda…). Pero recibes el 50% de esos ingresos porque generalmente los contratos de las royalties se estipulan así, la mitad para el propietario y la otra mitad para el artista. Northern Songs fue fundada por el manager de Los Beatles, Brian Epstein, con participación en el accionariado de Lennon y McCartney, principalmente, como forma de que la banda no perdiera tanto dinero en impuestos y tuviera activos en forma de capital. En el 65 salió a bolsa y en el 69 Associated Television Corporation hizo una puja por siete veces más de lo que valía. Ni McCartney ni Lennon pudieron encontrar la inversión para igualar esa puja. Sin embargo, en el 84, ATV ponía en venta su catálogo de 4.000 canciones y un gran amigo de Paul, Michael Jackson, compraba el catálogo de 250 canciones de The Beatles por 47,5 millones de dólares (además de videoclips, conciertos y promociones).
McCartney, que se había pillado un buen rebote quince años atrás por perder lo que consideraba como “suyo” (mis canciones, yo gano TODO el dinero con ellas), creía que “sus” canciones estaban ahora en buenas manos. Él mismo había introducido a Jackson en el negocio de la propiedad de los derechos musicales. Pero nada más lejos de la realidad, ‘Jacko’, arrastrado por el agujero que le dejó un estilo de vida que se basaba en aviones privados, viajar con su mascota chimpancé “Bubbles” o el litigio por abuso de menores a principios de los noventa del que tuvo que desembolsar 20 millones de dólares, se vio abocado en 1995 a vender el 50% de ATV (las canciones de los Beatles) a Sony. Solo por la mitad de ese catálogo se llevó 95 millones, un buen resultado financiero si miramos los números de lo que invirtió once años atrás. McCartney le excomulgó como amigo públicamente: “¿sabes lo que no me hace sentir bien? Ir de gira y tener que pagar por cantar mis canciones. Cada vez que quiero tocar ‘Hey Jude’ tengo que pagar a alguien”, dijo en su día el ex Beattle. El enfado ya venía del 89, como relata el libro ‘Northern Songs: The True Story of the Beatles’ Song Publishing Empire’, cuando descubrió que tenía que pagar una “tasa” por imprimir la letra de ‘Eleanor Rigby’. Sin embargo, dentro de la razón que tiene McCartney, sigue recibiendo sus royalties (33,3% junto a Lennon en EE.UU y 50% en el resto del mundo) y él hizo lo mismo que Jackson con otros lucrativos catálogos como el de Buddy Holly.
La receta mágica de Paul en ‘Say Say Say’ se la aprendió demasiado bien Michael
Pero el gran resultado de la inversión de comprar las canciones de los ‘Fab Four’ no solo se había producido sino que seguía imprimiendo dólares. Con la venta a Sony/ATV, Michael Jackson era dueño del 25% de los ingresos de explotación de unas canciones que generan entre 30 y 45 millones al año en royalties. Probablemente, los copyrights más valiosos de la historia, la joya de la corona, la colección de canciones de la banda más conocida de todos los tiempos, y que aun sigue siendo la más popular como dicen muchas encuestas en Estados Unidos y Gran Bretaña.
Jackson, acosado por las deudas, insistió aun así en 2001 que “el catálogo de los Beatles no estará nunca en venta”. Él bien sabía que era una locura financiera venderlo de golpe porque el crecimiento del valor de este activo suponía mantenerlo y ceder pequeñas proporciones poco a poco dados los agujeros que tenía que tapar. De hecho el valor de ese activo le había permitido utilizarlo como aval para pedir enormes préstamos a Barclays (unos 315 millones) y Bank of America (unos 270 millones). Lo que todo había empezado como la recomendación de un amigo de meterse en el negocio de los derechos artísticos estaba desarrollándose como una de las mejores inversiones posibles, y eso pese al derroche de sus excentricidades: 17 millones en comprar el rancho de Neverland, mantener su zoo, parque de atracciones, etc, que costaba 5 millones al año con sus 150 empleados, abogados de los divorcios y denuncias de abuso sexual infantil, antigüedades…la lista era innumerable. La proliferación de esos activos salió a la luz en 2006 cuando, al no poder vender la mitad de Sony/ATV, le dio una opción a Sony para comprar sus acciones en una fecha indeterminada y a largo plazo (probablemente de forma progresiva) como parte de la reestructuración de su deuda.
Y es que la ruina económica de Michael Jackson se señaló mediáticamente durante la pasada década (500 millones de deudas) y especialmente con su muerte. Pero nada más lejos de la realidad, no hay que mirar el dinero que gana (que ya es mucho) sino los activos que tiene. Los 47,5 millones de dólares que invirtió en 1984 por las 250 canciones de The Beatles hoy son entre 4.000 y 6.000 millones de dólares: es lo que valen sus activos relacionados con Sony/ATV Publishing, generando unos 2.500 millones de ingresos cada año (de los cuales la mitad son de su propiedad). Bueno, ya no suyos sino para quien quiera que lo herede que parece ser que tras cuatro testamentos serán sus hijos y padres. Y eso solo lo que “producen” los Beatles, sin contar las casas (200 millones), Neverland (100-150 millones), la venta que hicieron nueve meses después de su muerte sus herederos de su catálogo de canciones inéditas más las explotación de ‘This is It’ (250 millones), su muerte (1.000 millones de ingresos en el primer año) y, por supuesto, su propia música de la que es dueño (700 millones ha ganado en veinticinco años entre discos y actuaciones, y su catálogo está valorado en 450 millones, del que ya es dueño Sony).
Como compusieron John Lennon y Paul McCartney en la canción que Michael Jackson es el dueño: “Baby, You’re A Rich Man”.