Con la resaca de los Goya y a una semana de los Oscar, uno empieza a elucubrar sobre los ganadores de las dichosas estatuillas, no es que yo tenga ningún tipo de obsesión con estos premios pero no puedo disimular que me divierten bastante. Sobre todo las sorpresas que la mayoría creen injustas. Imaginad por un momento que The Tree of Life gana el oscar a mejor película, miles de espectadores cabreados se llevarían las manos a la cabeza, dejarían de creer en el cine. Eso sería muy divertido, pero no, la mejor película irá para The Artist. No deja de ser paradójico que una producción francesa se lleve el premio principal de una gala creada por y para los americanos. Aunque igual se lo lleva The Descendants, que parece que ha calado. ¿Hugo? No creo. Y me encantaría volver a ver a Scorsese arriba otra vez, el amor que tengo por el director de Taxi Driver es inconmensurable aunque le dé por hacer una película familiar, pero no, este no es su año.
Siempre hay un premio que me interesa particularmente, en 2010 fue el de película extranjera, ese año en esa categoría estaba el mejor cine del mundo, ni Avatar ni The Hurt Locker, las mejores películas eran El secreto de sus ojos (ganadora), Un profeta o La cinta blanca. El año pasado mi entusiasmo era el maravilloso guión de The Social Network, que se llevó dicho galardón aunque fue ignorada en los gordos. El próximo domingo uno de los nombres propios será Christopher Plummer.
Plummer es uno de esos secundarios camaleónicos, con carisma y mucha clase. Un consagrado actor de teatro cuyo rostro ha pasado fugazmente -aunque siempre dejando constancia- por toda clase de películas. Lo viste en The Sound of Music (Sonrisas y Lagrimas) interpretando al viudo que inexplicablemente se enamora de la empalagosa Julie Andrews, también en aquella película de aventuras que dirigió John Huston llamada El hombre que pudo reinar, allí compartió escenas con el gran Sean Connery post 007 y el siempre perfecto Michael Caine. Finalmente comenzó a estar valorado por la crítica con su papel de Mikel Wallace en El Dilema, donde interpreta a un periodista concienzudo envuelto en un thriller de despachos y platós dirigido por Michael Mann.
También le viste en 12 Monkeys, Syriana, A Beautiful Mind, The New World, Millenium… y la que nos ocupa, la profunda, compleja y conmovedora Beginners. A punto de cumplir los 80 años le ofrecieron uno de los mejores papeles de su carrera. Si has visto la película de Mike Mills estoy seguro de que recordarás a ese viudo de 75 años que confiesa su homosexualidad y su intención de explorarla a su único hijo, un sensacional Ewan McGregor.
Beginners es un filme que habla del amor, de la muerte, de las malas decisiones, de la soledad, de los secretos y del miedo. Mills encuentra el equilibrio entre la tristeza (esos dibujos del protagonista) y la comicidad más absurda. Además la película tiene la cualidad de contar con la sonrisa de Mélanie Laurent, una de las actrices más encantadoras del momento (qué listo Tarantino). Plummer interpreta aquí a un octogenario enfermo pero con unas terribles ganas de vivir. La naturalidad de sus besos o de su mirada y la sencillez con la que interpreta a un anciano que acaba de salir del armario hacen que esta historia funcione. Y de qué manera. En manos de otro actor ese papel hubiera quedado ridículo o demasiado extravagante. Plummer agranda su leyenda.
Muy probablemente el actor canadiense -que ya se ha llevado numerosos premios por este papel, incluido un Globo de Oro- arrebatará el oscar a Kenneth Branagh a Jonah Hill o a Nick Nolte. Incluso al mismísimo Max Von Sydow (El Exorcista), otro viejo secundario que merecería otro artículo para él. De momento este año tendrá que esperar, Christopher Plummer debe ser el nombre que se pronuncie ahí arriba.
por Pedro Moral