El Reich de Gaga

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EL ELEFANTE ESTÁ BORRACHO | por Dani García
¿Os acordáis cuando Dumbo se la pilló doblada? “Picos” de surrealismo semanales

Los alógenos provocan esquizofrenia. 48 horas en pie con unas 30 de trabajo seguidas bajo esos halos de Lucifer causan una confusión que se retroalimenta pero que produce una paradójica sensación cercana al crack. Un momento en el que la frontera entre la vida y la muerte es una fina línea que se esnifa Pocholo. Eso vi y así me engaño que será la muerte, una mejor visión que estar esperando a las puertas del paraíso como si Pedro te atendiera en la consulta del podólogo. Y no es que presuma de/consuma crack (valoro mucho mi dentadura) sino que Dickey lo cuenta muy bien. En lo que sí que me hago un machito es en que llevo muchas horas sin dormir, y llega un momento donde hago “click” y conquisto ese territorio donde no hay vuelta atrás, no hay cansancio, donde soy un yonqui agarrado a la consciencia más subconsciente, pues el estado de realidad es irrisorio. Ese estatus donde después de ver la segunda mejor película de los últimos años, The Fighter, consumo un concierto de Lady Gaga en Canal Plus, no se si por whisky en mano, no se si por la fascinación que tengo por estudiar socialmente este fenómeno, no se si porque meterme en vena la mamarrachez. Es un poco de las tres cosas: no estoy pedo pero bebiendo, soy de esa gente que se pregunta el por qué de todo en mayúsculas y soy un poco gilipollas.

Ella dice, “yeaaaaaaaah”. El Madison Square Garden responde: “yeaaaaaaah”. El pastor, los borregos. Lady Gaga no se diferencia de Hitler, aunque ella es el instrumento articulador de la maquinaria desalmada y robotizada de marketing que tiene detrás; Hitler era más de hacérselo a si mismo, envenenó los cerebros de todos los alemanes creando su propia realidad, mientras que Gaga ha mimetizado la casposidad y la ha banalizado hasta que el nivel de mamarrachez es epidérmicamente molón y de primera necesidad para la supervivencia en el entorno social (offline y online). En resumen, lo mismo es adoctrinar a una nación incinerando la verdadera existencia y programada para odiar que fabricar una imagen de imitación que implica la lobotomía del sentido de la normalidad de cada persona; entendiendo por normalidad no como un concepto universal y objetivo (¿qué es normal? ¿tú, él, ella…?) sino como la propia realidad que se crea cada uno. La realidad la está creando ella. He ahí sus despiadados méritos, si comprendemos “despiadado” como embolsarse a la masa y amputar a cada ser su individualidad. Steffani Joanne Germanotta es una tía muy inteligente: un uso de los social media que es más didáctico que cualquiera de los cursos de community manager por los que te cobran 400 euros por enseñarte a utilizar Tweetdeck, mucha intuición, astucia para amoldarse al diseño del producto (ella), disciplina soviética en su régimen de conciertos y personal, un fuerte carácter y provocar la admiración amorfinada por lo estrafalario, excéntrico, glamuroso, grotesco, estrambótico…vulgarmente conocido como raro o ridículo.

Y su mejor acción, viste esa mamarrachez con un bonito vestido de Chanel, la creatividad, porque si la disfrazara todos nos daríamos cuenta de la máscara. Utilizar creatividad (¿estamos gilipollas o se ha parado la fabricación de espejos?) para un vestido de carne cruda, bailarines con bragas en la cara, un guitarrista que no se sabe si es un tío o una tía (medio concierto creyendo que tenía rabo y era una chica), un pelo color pis cuando comes espárragos (las mujeres no lo sabéis porque no os miráis la orina, espero, pero los hombres tenemos una percepción completa de nuestra salud interior por solo ver el color del pis). Germannotta es la imagen inalcanzable pero con el lenguaje de la calle: sexo, sangre y frikismo. Ha hecho emerger ese público minoritario y agazapado por el inhumano aparato social, los homosexuales, los raros, los frikis, los encerrados en sus cuartos, los que están obsesionados con sus taras físicas…haciendo que la casposidad no sea un virus sino una necesidad. Quizá sea la única forma en esta sociedad cruel, quizá sea el camino más fácil sin apostar por la educación y el respeto; depende de la fe del individuo en la virtud de la masa.

Cambio de canal. 4 de la mañana y golf, el deporte más gilipollas jamás inventado. Cambio de canal, vuelvo a Germanotta, bailo Boys, Boys, Boys como una loca. “Gracias por comprar una entrada para mi concierto”, dice. Sí, Christina, la música femenina se ha convertido en un mercado de zorras. No puntualiza en los 70 pavos por ticket, 70 pavos con los que puedes depilarte el ojete, comprarte una cobaya o blindar de espejos tu cuarto. 70 pavos por un espectáculo visual de baba, 70 pavos por una reunión de borregos pero, sobre todo, 70 pavos por ¿qué propuesta musical? Un dj alemán demostró hace poco que todos los éxitos comerciales de 2011 sonaban iguales (video de abajo). “Tonadas” fáciles, líneas de bajos calcadas, electrónicas de silicona disfrazadas de rizo aquí y allá sin coherencia estructural en la pieza o, precisamente, con una estructura demasiado repetitiva: habría que exponer una tesis musical muy técnica estableciendo comparativas entre los éxitos, comercialmente hablando, musicales de los últimos años. Ese es el mainstream, algo nada más que para entretener en ciclos extintivos renovables de refritos que muchos ni perciben. Repiqueteas una canción que es el aceite de otras de hace cinco, diez, veinte años, consumes la panceta, pero caduca, tu cerebro no tolera más que un número de escuchas. Unos meses después estás volviendo a beber ese aceite requemado sin que te des cuenta en el formato chorizo, morcilla, chuletas…en resumen, nos encanta el “pom pom” de fondo, nos tragamos la electrónica apelotonada de corcho y, joder, dicho vulgarmente ¿es que a nadie le suena todo igual? ¿a parte de que Tony Aguilar sigue teniendo una cama el los 40 Principales? Así son las canciones de Germanotta, y deliberadamente nadie (ni ella ni su aparato goebbeliano) está pretendiendo vender buena música, venden entretenimiento, venden calamares de la Plaza Mayor. Y es que el producto Germanotta ejecuta otra acción muy bien para imprimir dólares, tener a los mejores “manufacturadores” en un estudio para dar al aceite usado diferentes formatos materiales de plástico.

Lo que llaman indie también es así (me recorre un escalofrío por el cuerpo al utilizar una palabra tan menstruada), más preciso sería el pseudo-indie, como ya reiterado en otras líneas, en el que no hay frontera (otra línea fina que se esnifa Pocholo) entre mainstream y alternativo.

Las técnicas refriteras mainstream se aplican a las antes bandas indies para dar un salto comercial enorme. M83 les conoce todo el mundo ahora (con cinco discos por detrás) como por obra del Espíritu Santo gracias a su canción Midnight In The City, que me gusta, más simple que un cubo con chirrío electrónico pegadizo, línea de bajo que la puede manejar un bebé y vocales corales, hasta que llega ese saxofón casposo de chicle de dos horas similar a Careless Whisper de George Michael. En el indie más comercial parece que triunfa últimamente el saxofón. El año que viene será la flauta a la nariz y al siguiente la pandereta, festival de caspa. El caso es darle una lúcida y espesa capa de grasa a la canción para que nos la introduzcan analmente hasta cagarla por su caducidad. Lo digo también por The Rapture, esa banda británica que sacó un buen primer disco en 1999 y se acabó reconfigurándo al estilo Dover con How Deep Is Your Love. Es como esas bandas indie de mamá-me-he-hecho-pis-en-los-pantalones. A mi es que la mitad de ellas me suenan igual, hacen el hype y ¿luego qué pasa con ellas? ¿Las invitan a chocolate con churros el día del Record Store Day en un garito de Williamsburg? Me agota la novedad, es exhausto correr al lado de ese tren de hypes caducos de los cuales uno o dos merecen la pena en todo el año, por eso, como me pasa al acabar siempre estas líneas, uso la resignación y me quedo con la Germanotta, porque ha tenido un par de huevos en su plan goebbeliano de conquista del mundo. ¿Entonces tenía polla al final?.

Dani Garcia
Dani Garcia
Periodista. Formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2013, alcanzando especial repercusión con su columna 'El Elefante Está Borracho'. Actualmente prosigue su carrera en Doist PR.

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