Falso documental. Ese género que se puso de moda con la popular y decepcionante El proyecto de la Bruja de Blair. Ese género que Jaume Balagueró y Paco Plaza utilizaron maravillosamente bien en la escalofriante REC. Ese género que le sirvió a Casey Affleck para realizar un excéntrico experimento con su amigo Joaquin Phoenix en I’m Still Here. Bien, pues este genero también ha servido para que Daniel Stamm destroce una idea interesante, con mucho potencial. El despropósito se llama El último exorcismo.
Cotton Marcus es un reverendo evangelista con un don de gentes excepcional. Se dedica realizar exorcismos y grabarlos para mostrar al mundo la estupidez y falsedad de estos macabros ritos que aún hoy se siguen realizando.
La película comienza con un sentido del humor ácido y sarcástico. Con gags donde la Iglesia no sale bien parada. Hasta ahí bien.
Entonces, Marcus viaja a Louisiana para realizar un exorcismo a una niña. Resulta que la joven comienza a padecer síntomas que preocupan al incrédulo de Marcus. La mirada que Ashley Bell sostiene con el cámara (nosotros) se convierte en lo más escalofriante de la película. Desde ahí el argumento comienza a descender hasta el desastroso y prescindible final introducido por un giro inesperado, más propio de una serie policiaca que de una película de terror.
Al menos, Stamm cuida al espectador y salva gran parte del metraje sosteniendo el suspende de forma clásica. Ocultar en vez de mostrar. Utiliza más las puertas cerradas que los sustos baratos. Y ese detalle es de agradecer.
Pedro Moral