Contar una historia alrededor de la catástrofe vivida en Nueva York el 11 de septiembre es una trampa para el espectador. Ya no se trata de que quieran meter el dedo en la llaga (eso sería hasta legítimo) sino de que nos introduzcan su melodrama edulcorado por la garganta. El objetivo es hacer llorar, cueste lo que cueste. Extremely Loud and Incredibly Close es descaradamente lacrimógena. Sus trucos son tan obvios que desde el primer minuto de la película uno es consciente de que ya la ha visto antes, no una sino mil veces. En 129 minutos sólo hay dos momentos de puro cine, lo demás es tedio. Y lo que más me molesta es que el director no es nada menos que Stephen Daldry, creador de la inolvidable The Hours.
Las historias donde todo el mundo es bueno, al menos que no vayan firmadas por Frank Capra, no se las cree nadie. Tom Hanks se pone el traje de James Stewart e interpreta a un super papá. Un hombre de carácter amable, divertido, inteligente y humilde que trabaja de joyero, a pesar de tener potencial para haber llegado mucho más lejos, sacrificándose así por su familia. Con estos ingredientes ya está preparado el anzuelo. Una inesperada reunión en el World Trade Center en el peor día de la historia para los americanos es el giro que da sentido a esta película. Seis mensajes en el contestador amplifican la angustia que ya conocemos de sobra.
La historia del niño que anhela encontrar alguna señal post mortem de su padre es ingenua y previsible. Los sentimientos de este imberbe personaje van de la rabia hasta la compasión, pero es difícil sentir empatía por un ser tan resabido, no entiendo a qué viene tanta expectación por la interpretación de Thomas Horn. De hecho, si pienso en su personaje hasta diría que al bueno de Hank le faltó algún que otro azote. La obsesión del niño por el fatídico día es perturbadora y ahí la película gana. ¿Qué crío en su situación no buscaría fotos de las personas que se tiraron de las torres para encontrar entre ellas la figura de su padre? Demasiado perverso para ser verdad. La película no tarda en volver a su estado de conformismo inicial.
El metraje se anima en gran medida con la aparición de Max Von Sydow, una de las grandes actuaciones del año. Desaprovechado por completo igual que viene, el personaje de Sydow desaparece del metraje sin dejar huella ni en el protagonista, ni en la historia. Pero en cuanto al reparto del filme, lo que realmente me cabrea es que Daldry se haya atrevido a contratar al gran John Goodman para ponerle enfrente de la cámara un escaso minuto de reloj. Un auténtico despropósito.
La cámara no ayuda. Ni grandes secuencias, ni emocionantes primeros planos, ni ingeniosos diálogos. Stephen Daldry se contenta con un retrato sin aristas que recoge un par de rabietas infantiles y la cara torcida de Sandra Bullock. Extremely Loud and Incredibly Close fracasa como película y como homenaje a las víctimas del 11-S.
Hasta ahora el mejor homenaje audiovisual que se ha hecho a ese fatídico día es 11’09»01. La película recoge once historias, de once directores distintos, donde destacan la de Sean Penn, una metáfora en la que se vislumbra cómo una tragedia de muchos puede iluminar el camino de otros, o la de Idrisa Uedraogo, en la que unos niños reconocen a Osama bin Laden en Burkina Faso y deciden capturarle para llevarse la recompensa.
por Pedro Moral