Hablemos de revolución. Sería un error calificar al político o al erudito como el único cualificado para dirimir sobre las cuestiones de nuestra organización social. Además, si se hace con un par de bromas entre medias, siempre serás más propenso a aceptar el mensaje. Desde drogadicto de barrio obrero, pasando por rock star de la actuación y hasta monologuista descarado e irreverente, la última transformación de Russell Brand quiere abrir tu mente.
Le habrás visto en ‘Forgetting Sarah Marshall’ (2008), en ‘Get Him to the Greek’ (2010) o en la infame adaptación cinematográfica de ‘Rock of Ages’ (2012). Brand siempre ha sido un personaje carismático, con esa imagen de estrella del rock -que bien han explotado en su carrera cinematográfica- que, además, no ha dudado en contrastar con sus adicciones, sus salidas de tono y su descarada insolencia. Todo ello son factores por los que agradecer su fama y, además, es un tío gracioso.
Merecemos más de nuestro sistema democrático.
Russell Brand, The Guardian 5 de nov 2013
Lo importante de su humor se encuentra en la crítica que subyace en cada broma, cada frase. En una entrevista realizada en el programa norteamericano Morning Joe, mientras sus presentadores le preguntan sobre su pelo, su ropa, él (perfectamente disimulado en su habitual parloteo humorístico) saca a relucir los controvertidos casos de Snowden o Manning y deja a los “periodistas” a la altura del betún. Así es Brand, un payaso de circo convertido en líder ideológico.
El pasado mes de octubre fue editor invitado del británico magazine político New Statesman, donde sus columnas sobre revolución y obsolescencia del sistema democrático han originado tantas alabanzas como detracción. Pone voz a un clamor mundial de descontento e indignación y lo hace con una verbosidad y una riqueza en su escritura que no pasa desapercibida. La forma es un embellecimiento que lubrica un mensaje mientras lo incrustan en tu mente, pero además el mensaje es muy claro y muy cierto; como comentaba hablando para la BBC con Jeremy Paxman (analista político británico), “yo solo quiero llamar la atención sobre algunas ideas, ideas alternativas de gente mucho más preparada que yo y, más importante, que la gente que nos gobierna”.
Puede ser irónico, un hipócrita, un insurrecto anti-sistema que desprecia el voto y te parece ridículo; son cosas dadas a la opinión y que, realmente, no importan. Puede ser todo una farsa, una actuación o un acto desesperado de promoción (lo cual dudo, personalmente), pero lo que dice es tan cierto y lo transmite tan bien que, aunque adore divagar y sea falto de concreción, su mensaje merece la pena ser escuchado.