Películas que tardan en llegar. Películas que ni siquiera llegan. Todavía estamos esperando 50/50, Somewhere de Coppola (hija) tardó casi dos años, Hunger, la opera prima de Steve Mcqueen – el autor de Shame – solo la podrás ver de manera alegal, Tyrannosaur ha estado a punto de correr la misma suerte. Su estreno ha sufrido retraso tras retraso durante meses. Al parecer, para realizar una cobertura mediática a la altura. Decían que Peter Mullan iba a venir. No ha sido así y Tyrannosaur se ha estrenado mal y tarde, sin apenas publicidad, sin un reclamo, por pequeño que sea, que informe al espectador de que está ante una de las mejores películas del año. La mejor producción inglesa de largo.
Ya es hora de que Ken Loach ceda su corona de único heredero del drama social inglés. Su estilo sigue siendo único y su sentido del humor no ha caducado todavía (esa oda fútbolística donde Cantona se aparecía como mesías, Looking for Eric). Sin embargo, en los últimos años la isla ha visto surgir a nuevos directores amantes del realismo exacerbado, como Andrea Arnold y su talentosa Fish Tank o la que nos ocupa, una terrible historia sobre seres humanos con el alma llena de moratones dirigida maravillosamente por el principiante Paddy Considine.
El comienzo de filme es tan violento que será muy complicado disimular un gesto de desagrado en la cara. Hablo de esa violencia que nace de la tristeza, de las amargas entrañas del perdedor. Un minuto de metraje para que Joseph, el personaje con cara de Peter Mullan, un adicto a pasear entre el dolor, muestre su lado más crudo, más negro, un negro ceniza. El viudo alcohólico que Mullan utiliza para brindarnos una de las actuaciones más fascinantes en años se encuentra con Hannah, una mujer trabajadora, cristiana y de una sensibilidad abrumadora. Olivia Colman es la verdadera revelación de este filme porque a Mullan ya le conocíamos, todos recordamos a la Madre Superiora de Trainspotting, ella y el actor escocés fabrican un vínculo basado en la abrumadora fealdad de la vida. Todo creíble, pura química.
Después de las insoportables burlas sobre la caridad que el actor escocés escupe sobre su compañera, llega el momento de darse cuenta de que no hace falta beber y matar a hostias a tu adorado perro para tener una existencia insoportable. Basta con que tu marido te mee encima cuando llega a casa.
El marco en el que se mueven los dos personajes es un retrato desgarrador de las afueras. La cámara de Considine doblega los rostros a su antojo creando escenas lúgubres y dotando al filme de una atmósfera desasosegante.
Mucha gente habla pero nadie actua
Todos decimos que vamos a hacer esto o aquello para darle una lección o la propia vida o a ese repugnante ser que merecería estar muerto. Pero nadie lo hace. Esta película habla de gente que sí actúa, personas marginales a las que Dios o quien sea les ha dado un trato tan severo que no necesitan comportarse cívicamente. Redención es una palabra que explicaría bien el proceso al que se somete Joseph. Y Redención es también el horrible título que se le ha dado a esta película en nuestro país.
Tyrannosaur es el mote de la fallecida mujer del protagonista, el origen de dicho mote es la clave de uno de los momentos más brillantes y emotivos del filme. Y aparte es la definición perfecta para los personajes que caminan por esta abrumadora película. Me niego a pensar que es un homenaje al Rey Midas.
[8,6]
por Pedro Moral