Los tiempos de crisis son el perfecto caldo de cultivo de mentes abatidas y fácilmente manipulables. Por eso, en este momento de incertidumbre global, no faltarán aquellos que con su verborrea sagaz y su aprehendida sabiduría marketiniana tratarán de guiar al rebaño ciego, sordo y mudo hacia un precipicio inexorable. El sabio y el erudito han muerto, alabemos a los gurús de la incertidumbre.
El gurú no se caracteriza por un conocimiento profundo o por una capacidad de raciocinio elevado. El atributo más desarrollado de estos guías tecno-espirituales es que saben vender y actúan como expertos espadachines de la hipérbole visionaria para que no dudes que lo único que hará evolucionar a la especie humana es lo que ellos te ofrecen.
Sería insensato y reaccionario pensar que la música no está cambiando. El escenario en el que se desarrolla su obra es una tragicomedia cruel en el que la utilería se derrumba a cada nuevo verso; una manera rebuscada de decir que todo se está yendo a la mierda. Hace falta un nuevo teatro y nuevos actores que sepan interpretar en él, pero, por encima de cualquier cosa, es necesario un director capaz y que no entienda de narcisismos. Estos directores son los cabezas de la industria discográfica y las nuevas tecnologías aplicables al panorama musical.
Bienvenido al futuro
La industria ya ha sido guillotinada, no seré reiterante. Entrando en un nuevo año, tan convulso o más que el anterior, las voces del mañana se alzan en pos de las bondades de las nuevas invenciones. Virtuales, digitales, etéreas e intangibles, porque es el futuro. Pero un grave error es pensar que futuro es intrínsecamente bueno, porque todo tiene distintos prismas.
La conectividad y accesibilidad a todo tipo de propuestas artísticas es una de las mayores virtudes de esta época. El concepto de big data musical, que aplican servicios como Last FM o Bandness, te permite descubrir una cantidad ingente de artistas; la sobrecarga informativa, otro gran vestigio de nuestra era.
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El streaming es la estrella
Todos escuchamos música en servicios como Spotify, Rdio o Pandora. Poseer una biblioteca casi interminable de música se ha convertido en una necesidad vital, acentúa nuestra exigencia de inmediatez y brevedad y, aunque sus rasgos positivos sean contundentes, juega como aliado de una industria anacrónica de la que se demuestra discípulo en sus métodos; por no volver a mencionar los abusos de ciertas plataformas hacia los artistas.
Aquí nos enfrentamos a la diatriba de una paso en falso que, realmente, ejecuta sus acciones con paroxismos de progreso, pero basados en idearios muy anticuados. Unos pagan lo necesario y otros pagan mal, pero no se buscan soluciones. Reivindicamos un cambio en la estructura sectorial e industrial y cuando se nos ofrece la alternativa, esta se estanca en el mismo pantano y volvemos a la casilla de salida. Al menos, aunque sea una jungla poco intuitiva, SoundCloud ofrece una alternativa a este sistema.
Amnesia selectiva
Siempre me ha parecido una exageración casi insultante el “Steve Jobs: el Da Vinci de nuestra época”. ¿Tan mal estamos como para comparar al creador de iPads y Macintosh con un genio multidisciplinar que, además, ideó revolucionarios inventos como el helicóptero o el paracaídas en el siglo XV? Aunque Jobs o Gates hayan sido líderes del desarrollo tecnológico, mejorar el mismo invento cada dos años (porque un Macintosh, un iPad y iPhone tienen un propósito igual o muy similar) es el tipo de enaltecimiento desproporcionado en el que caemos en una época falta de héroes y genios. O al menos no descubiertos.
Ese mundo interactivo e invisible que resulta el entorno digital, más concretamente Internet, donde se desarrollan gran parte de estos avances, puede ser un arma de doble filo. Lo vemos en el último intento de salvación: los conciertos en streaming. Los límites físicos de ocupación de una sala o estadio ya no son un problema; el éter es infinito. Plataformas como Livestream o Evntlive retransmiten conciertos en directo, haciendo de cualquier persona con un ordenador público potencial del evento. Jamás será igual que presenciar un concierto en directo, el sudor y el calor de los focos; todos hemos visto vídeos en el confort de nuestros hogares y no se vive con la misma intensidad, pero sus posibilidades abren una nueva puerta al futuro, aunque al otro lado sólo haya niebla por el momento.
Concierto de Slash emitido por Evntlive.
Una luz al final del túnel
Siempre debemos aspirar a algo más, sentir la necesidad de continuar hacia arriba. Pero puede llegar el momento en que saltemos y no volvamos a caer. Ese suelo que amortigua nuestro descenso y siempre nos recoge es el conocimiento recogido, la experiencia física del mundo en el que nos desenvolvemos, mejor o peor, y que jamás podrá ser sustituido. Sin embargo, si saltas, no te dejes caer entre arenas movedizas; no quieres quedarte atascado en lo que fue.