LESSON SEVEN
¿Hay música nueva hoy en día? Algunos que no tienen graves problemas en su vida privada tienen tiempo de sobra para imaginar que el principal problema de la música es que no ha dado a luz nada nuevo desde los años… qué sé yo… ¿50? Y eso a pesar de que las innovaciones técnicas permiten cosas que antes Allan Parson Project sólo podía soñar. Y eso que hay música nueva, en el más estricto sentido de la palabra, cada día. Obviando que siempre habrá gente que prefiera lo malo pasado que un futuro brillante por delante, como los nacidos en el siglo XIX seguro que pensarían que el Charleston no había inventado nada, algo de razón hay en que el pop, el blues, el soul y el rock fundamentan el resto de música «popular» que se escuchan en la actualidad.
Sin ir más lejos, The Strokes han sido los primeros en abrir la lata en el mainstream retroactivo con su Comedown Machine, con sus ritmos ochenteros y sus falsetes como si fueran una versión neoyorquina de Bee Gees. Daft Punk no han dado semejante cambio, pero también han teñido con el 2013 con las luces del disco más puro y directo de Random Access Memories. En otra línea, dando un paso más hacia el pasado, Vampire Weekend han abrazado el pop de los años 50, dando un chapuzón a su estilo, asociado irremediablemente con los ritmos africanos. A esa misma época también han viajado Deerhunter con Monomania, bebiendo directamente de las manos de un Bo Diddley rejuvenecido. Y no lo niegan, ¿por qué hacerlo? ¿Cómo renegar de uno de los padres del rock? ¿No sería ése el peor pecado que pudieran hacer en sus vidas?
¿Ha inventado algo cualquiera de esos cuatro gigantes de la música del siglo XXI? Igual no han descubierto la vacuna para la tos ferina, pero es indudable que han publicado unas canciones cojonudas. Quien lo dude, que escuche Get Lucky –sí, aunque suene en los 40 principales es un tema increíble, una vez cada 100 años puede suceder-, o Worship You, o todo el disco de Deerhunter. El problema no debería ser el de beber de la fuente adecuada para resucitar a los genios del pasado, auparse en hombros de gigantes, sino lo contrario: sacar un disco de rock sin escuchar un poco de rock antes. Componer música sin saber música es como tratar de hablar inglés en ruso.
Eso está más asumido en países en los que las radios generalistas no escupen soul barato compuesto por mercenarios de mercenarios, sino que reverencian a B.B. King y a Muddy Waters como si fueran los santos de una religión que los españoles nunca conocerán tan fácilmente. Y es que la buena música tiene historia, muchos años de historia, y así tiene que ser. El pop, el rock, el soul, el punk, el rap, la electrónica; todo tiene su sitio, su lugar en el mundo, y tienen más sentido cuanto más se ajustan a los tiempos que corren.
¿Hay música que no beba de ningún sitio? Eso quiere decir que no tiene nada detrás que lo sustente, que rellene las páginas que quedan en blanco entre nota y nota. No hay que permitir que la sangre derramada por tantos otros pase sin dejar huella, y la primera huella que dejan es en la mente de quienes aspiran a hacer algo que merezca ser recordado. Si hay música que se ha olvidado de todo eso, no quiero escucharla.