Desde pequeño he escuchado Queen; he tenido buenos mentores. Me quedaba ensimismado mientras los sonidos de ‘Jazz’ (EMI, 1978) se reproducían en el magnetismo de aquellas cintas, ahora desfasadas. Siempre han sido un favorito personal, escapando etiquetas y comparaciones, con un catálogo tan rico y variopinto que no podría señalar qué género les definía mejor. También es que tenía ocho años, no se me podía pedir más.
Pero vas creciendo y te encuentras al borde del precipicio que significa la adolescencia. Ahí descubrí el rock and roll. Aunque los de Mercury me hayan enseñado lo que es la música sublime, cuando escuché ‘We’re Gonna Groove’ de Led Zeppelin en el Royal Albert Hall comprendí a aquellos que escucharon a Elvis por primera vez en 1955; la emoción, la electricidad, aquella furia que abría un mundo completamente nuevo y desconocido. No había escuchado nada igual en mi vida: aquellos riffs incendiarios cambiarían mi rumbo tanto como hizo el debut de la banda, ‘Led Zeppelin’ (Atlantic Records, 1969).
Tras la disolución de The Yardbirds, Jimmy Page reclutaría a Robert Plant, John Bonham y John Paul Jones para una última gira como The New Yardbirds. Desde el primer compás de ‘Communication Breakdown’ se podía percibir que esta banda era algo completamente distinto. El blues se aferra a su espina dorsal, el intermediario de cada nota y cada golpe, pero la tristeza vagabunda del inmortal género se veía sustituida por una dureza que definiría el hard rock del riff intravenoso; así nacieron temas como ‘How Many More Times’ o ‘Good Times Bad Times’. Incluso tocar la guitarra con un arco de violín en el clásico segmento de ‘Dazed and Confused’. No existía frontera que no estuvieran decididos a rebasar.
El álbum fue grabado en tan solo 36 horas de estudio y financiado enteramente por Plant y Peter Grant (representante de la banda), antes de firmar con Atlantic Records, sello con el que lograrían total libertad creativa y promocional. La naturalidad y originalidad del trabajo también se vieron reflejadas en su producción. Que Jimmy Page es uno de los mayores innovadores en la producción de los años 70’ no tiene discusión. El uso de micrófonos ambientales para la espaciosidad y la sensación de directo que transmite la banda en ‘Led Zeppelin’ -y en consecuencia en el resto de sus álbumes- fue una técnica transgresora para la época, además de ser un pionero en la apuesta por el sistema estéreo y su uso, al no lanzar una edición en mono (solo un canal de audio).
Pero no se libra de una gran controversia. Son muy numerosas las acusaciones de plagio que han recibido los de Page y Plant. Casi en cada álbum encontramos ejemplos que han costado una fortuna para calmar las aguas y este primero no iba a ser diferente. La tradición del blues ha vivido de la adaptación de temas populares desde sus inicios y, según declaraba Page, es lo que sucedió en alguna de sus canciones; no se dieron cuenta de que la industria lo había cambiado todo. El corte ‘Babe I’m Gonna Leave You’ fue compuesto por Anne Bredon en los 1950’, así como ‘You Shook Me’ y ‘I Can’t Quit You Baby’ pertenecen a Willie Dixon. En estas y otras muchas, el problema fue la falta de reconocimiento de la autoría y ello acarreó una gran polémica que sigue viva hasta el día de hoy. Las adaptaciones del clásico blues renovaron el rock n’ roll y lo encaminaron por derroteros ignorados; confiar en su honestidad e inocencia a la hora de llevar a cabo estas versiones ya incumbe a la opinión de cada uno.
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