He leído esta mañana una noticia que me recuerda demasiado a nuestra calaña. En México, la ciudad de San Cristóbal Ecatepec del municipio Ecatepec de Morelos, ha vivido un Madrid Arena propio. Una avalancha humana provocada por la impaciencia y alteración de algunos ha causado la muerte de tres personas. Tres muertos porque alguien quería salir antes. El Gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas, ha pensado que, tras el incidente, lo mejor era suspender cualquier evento masivo. No conciben la tragedia humana como nada más que oportunismo político.
Algunos rumores apuntan a que un conflicto entre algunos de los asistentes propició la estampida. Otros niegan esa versión. Lo cierto es que, al concluir los conciertos de La Arrolladora Banda Limón, Lupillo Rivera y La Trakalosa de Monterrey, el público se agolpó en la única salida disponible y sucedió la catástrofe. El poco equipo de seguridad trató de ayudar a las 3 víctimas mortales y los 15 heridos, pero no eran suficientes.
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Todos los madrileños hemos vivido lo que ahora viven al otro lado del Atlántico. Sacrifican cualquier evento cultural porque no es relevante para ellos. No tienen ni idea. Como no se preocuparon por asegurar el recinto, como no prestaron el servicio necesario durante su desarrollo y los asistentes han sufrido las consecuencias de la negligencia política y corporativa, que paguen justos por pecadores y todo evento que se vaya a tomar viento.
En Madrid, la no electa alcaldesa primero hizo que pareciera un acto humanitario y de responsabilidad social. Más adelante, mostró sus auténticas intenciones cuando empezó a cerrar salas porque la gente hablara mientras fumaba en la puerta. Una cruzada cultural de la que yo mismo fui víctima. Entre tantos trabajos de mierda, me dio por abrir un pequeño bar de conciertos. Si la cantidad de miembros viriles que debes soportar penetrándote en el irritante proceso de licencias y permisos no son suficientes, cuando ya logras ponerte en marcha, llega la política y arruina la realidad.
Cada noche a las 12, la policía se presenta en tu local. Los grupos ven como se les corta la luz a mitad de concierto si rebasan la hora. No cobras. No ganas suficiente y, cuando parece abrirse una rendija de esperanza, aparece la orden de clausura porque el extintor es verde y no rojo o porque esa mañana a Botella le picaba el culo más de lo habitual. Ese es el miedo que se debe empezar a sufrir en México.
Quizás allí la suerte sonría al Estado mexiquense. Podría ser una honesta suspensión para revisar una ley que cabría ser defectuosa; también podría ser una reacción desmesurada para eclipsar una clara negligencia en sus responsabilidades. El organizador debería sentir pánico y angustia, pero seguramente no lo haga. Seguramente, lo único que termine viéndose perjudicado sean las familias de esas tres personas. Después llegará el turno de la Música.