Recuerdo cuando me compré el St. Anger (2003). Mi primer disco de Metallica y estaba fascinado con cada canción, aquel sonido pesado me despojaba del aliento. Con los años vas descubriendo otros grupos, tanta música que resulta imposible abarcar jamás todo lo habido y por haber pero, sobre todo, los álbumes de la banda que precedieron a este, y entonces te das cuenta de que lo que pensabas que era oro solo era una moneda de chocolate y blanda a más no poder. Probablemente porque no es un disco que destaque de la mediocridad, pero sobre todo porque la sombra de sus antecesores cubre todo por su propia calidad real, como por la imagen y recuerdo que el público conserva de ellos. Muchos discos se pierden por las expectativas y aquí es que están absolutamente justificadas.
Metallica nace en 1981 recogiendo el testigo del speed y heavy metal británico de la anterior década, pero por encima de todos, como herederos de la ruptura del enfrentamiento entre metal y punk que ejercieron los también británicos Motörhead. Surgiendo de estas influencias, encabezaron el recién nacido thrash metal, una vertiente demoledora y vertiginosa que alzó al género en su virtuosismo y su emocional despliegue de incontrolable rabia.
Tras un debut prometedor con Kill ‘Em All (1983), la marcha de Dave Mustaine como guitarrista principal y su excelente Ride the Lightning (1984), el cual elevó el nivel y las pretensiones de la banda como un animal totalmente distinto a los demás, llegaron con el que hasta la fecha es considerado por la mayoría de seguidores y público general como su mejor trabajo, incluso algún medio lo clasificaba en su momento como el mejor álbum de heavy metal de la historia. No buscan ser accesibles, no encontrarás la trillada simpleza del pop, no se preocupan por ganchos o estribillos pegadizos; esta es la disciplina del thrash metal y eso es lo es todo.
Desde el comienzo del álbum con Battery la trayectoria queda establecida. Desde su frenético ritmo, el tema transita hacia los pasajes más pausados, ya sea acústico o en su tendencia más contundente, que recobran toda su energía a la entrada de los fascinantes solos de Kirk Hammett, en una estructura usual en el estilo propio de la banda. Con variantes en su desarrollo, estas estructuras se aprecian a lo largo de su carrera en temas de otros discos como Phantom Lord, Blackned o Creeping Death. Los temas recorren distintas seccionesde absoluta brillantez en constantes variaciones en el ritmo y la dinámica, dejando a su paso muestras de calidad exuberante. Con su tema homónimo, Master of Puppets, deja claro ya en la segunda canción que este álbum es un antes y un después no solo para la banda, si no para el metal y la música en general. El riff principal del tema varía entre las secciones con la maestría de James Hetfield como guitarra rítmico, en una técnica de palm-mute vertiginoso, que se desarrolla hasta el común descenso del ritmo en una de las transiciones más dulces y melancólicas del disco, que desemboca en el espectacular solo desbocado que encumbra la canción en, si cabe, mayor calidad.
Por primera vez, encontramos a un Hetfield maduro, con un claro progreso en sus capacidades como vocalista en temas como las recurrentes referencias religiosas de Leper Mesiah o la locura en Welcome Home (Sanitarium). Demuestra una versatilidad que se aleja a grandes pasos de la estridente cualidad de, sobre todo, su álbum debut, encajando mejor en melodías que, aunque agresivas en su mayoría, buscan una mayor musicalidad coherente con la instrumentación. El elemento agresivo pasa, por lo tanto, a ser responsabilidad de la música, que lo aborda con seguridad y firmeza, guiada por la desenfrenada y sólida batería de Lars Ulrich. Ahora quizás esté de moda denostar al danés, pero en su momento marcó un estilo que definió en gran medida al género y cuya trascendencia se sigue palpando con el paso de las décadas en este ámbito. La precisión y marcas a contratempo que caracteriza su estilo se ven plasmadas en Disposable Heroes entre otros tantos, en el cual las variaciones de tiempo e intensidad se resuelven a la perfección, en gran medida, por su ejecución.
La complejidad de sus temas se hace patente en todo el álbum, siendo esta una característica propia del género que evoluciona a través de extensos temas entre rápidos ritmos, riffs graves y articulados en torno a su compleja celeridad, solos galopantes y bajos distorsionados, siguiendo la estela de Lemmy Kilmister. En este apartado, Cliff Burton fue uno de los mayores exponentes de las cuatro cuerdas, con una cadencia precisa e inventiva que marcaba con contundencia las fastuosas líneas de los demás instrumentos y, sin caer en el vano virtuosismo, exhibe todo su potencial en el corte instrumental Orion, tema con el que fue despedido en su entierro entre solos y arreglos de bajo en una pseudo balada que juega entre los cambios de dinámica y el reparto de segmentos solistas. Un trabajo que no solo funciona en su protagonismo, sirviendo de base con exactitud y potencia, con una velocidad en los dedos que pocos logran conseguir, visto en Battery o Welcome Home (Sanitarium), donde su interpretación fluye entre la constancia perforante y los licks de unión en perfecta consonancia. Por ello, fue incluido póstumamente en el Rock and Roll Hall of Fame junto al resto de la banda en 2009.
El legado de este álbum sobrepasa su propio nombre, siendo ejemplo de la década de los 80 en el sonido de la banda, etapa que la mayoría consideramos su época dorada. Su influencia sobrepasa incluso a sus “padres fundadores”, como al Paranoid (1970) de Black Sabbath, perfilando el sonido del metal en gran parte de sus subgéneros hasta día de hoy. Son, sin lugar a dudas, la banda de metal de mayor fama en todas sus vertientes; a pesar de su quizás criticable y desde luego criticada evolución a partir del conocido como Black Album, Metallica (1991). Su estatus de fenómeno se extiende en todas sus características, siendo innegable su autoridad y que bien le ha valido el reconocimiento de público y prensa desde casi sus inicios. El álbum forma parte de innumerables listas, como a la cabeza en los “Top 25 Metal Albums” de IGN, encuentra su lugar en “The All-TIME 100 Albums” de la revista Time, además de figurar como indispensable en el libro 1001 discos que hay que escuchar antes de morir, de Robert Dimery. Su inclusión en 2009 en el Rock and Roll Hall of Fame simplemente oficializa una obviedad que el público ya conocía. No será su disco más vendido, pero fue su catapulta inicial, un instantáneo estandarte del heavy metal y una de las mayores obras que el rock en todos sus géneros haya podido presenciar.
- Fue grabado por:
Metallica y Flemming Rasmussen (producción)
James Hetfield (voz, guitarra)
Kirk Hammett (guitarra)
Lars Ulrich (bajo, coros)
Cliff Burton (batería)
- Lanzado por: Elektra, Music for Nations y Vertigo el 3 de mazo de 1986
- Grabación: 1 de septiembre a 27 de diciembre de 1985 en Copenhague, Dinamarca
- Duración: 54:46
- 6 discos de platino en Canadá y EE.UU. y 1 en Australia y Finlandia.
Creo que no cabe duda de que Metallica ocupa el trono del metal y desde luego es parte de la corte real del rock en términos generales. Siendo cierto que su imagen se enturbiara por culpa del Load (1996) y el Reload (1997), con un regreso parcial a sus raíces con su último Death Magnetic (2008), la libertad creativa y el cambio de dirección por los que optaron también merecen todo el respeto. Lo que fueron nada lo cambiará y lo que siguen siendo aun está pasando; no importa cuantos discos mediocres saquen, su inmensa legión de seguidores seguirá a su lado. Cinco primeros discos que definieron un género que, a su vez, marcó las pautas del metal hasta la actualidad. Tras treinta y un años de carrera la banda continúa en la cima, incansable en el escenario, constante en el estudio y los demás esperanzados por un nuevo trabajo que aun no se concreta.
Ironía tal vez, su repetido interés por la religión les ha llevado a ser dioses. Sus canciones hablan de fe, de pasajes bíblicos y ellos mismos son mitos vivientes. No son fanáticos y no es obsesivo, sus temas son universales y esto encuentra su lugar entre sus temáticas. Absorto de nuevo frente a ellas, seducido y fascinado por obras únicas e indelebles que hipnotizan todos mis sentidos, sea cual sea su significado me dejo llevar ante la incertidumbre. No se si será providencia divina, quizás el títere tire de las cuerdas sin poder nunca saberlo, pero ese es el encanto del misterio.
“El único tema que probablemente no pondrás será Damage, Inc., debido al múltiple uso de la infame ‘F word’. Por otro lado, no hay ningún ‘Shits’, ‘Fucks’, ‘Pisses’, ‘Cunts’, ‘Motherfuckers’ o ‘Cocksuckers’ en este álbum.”
– Metallica, pegatina en la portada del álbum.