Esta no es la historia de unos tipos que se metieron en el rock para intentar ganar fama y mansiones. Eso era imposible. Esta es la historia de un fracaso que el tiempo convirtió en triunfo. Pete Doherty y Carl Barât se convirtieron en dos Alonso Quijano que, de tanto leer a Baudelaire, Wilde, Rimbaud acabaron creyendo que era fácil conseguir otro mundo. Y casi lo consiguen. La droga impidió que Inglaterra se convirtiera en Albion.
  • Sucidio rock & roll

Los sueños de un joven Noel Gallagher antes de alcanzar la fama le llevaron a imaginarse unos Oasis que se comerían el mundo con su primer trabajo y se separarían con el segundo. No fue tan valiente como para resistirse a las bolsas de dinero que seguirían llegando a su casa cada vez que la banda que formó junto a su hermano apuntaba a un nuevo trabajo. La épica del rock and roll que pocos han logrado conseguir se antoja complicada cuando tienes todo lo que quieras.

La banda era The Libertines. Liderada por Pete Doherty y Carl Barât, la formación había deambulado por pisos de Londres sin poder pagar el alquiler desde finales de los ‘90. Su música no encontraba un hueco en las discográficas. Hasta que aparecieron The Strokes. El inesperado éxito de ‘Is This It’ (RCA, 2001) en Inglaterra llevó a The Libertines a grabar ‘Up The Bracket’ (Rough Trade, 2002). La primera parte del plan funcionó. No duraría mucho más.

  • Un final esperado

The Libertines sabían que eran una llama tan intensa como corta. Para cuando se metieron al estudio por segunda vez, Barât, John Hassall y Gary Powell conocían que el final estaba demasiado cerca. Tal vez por eso salió una obra perfecta, autodestructiva, una carta final en forma de bomba enamorada: un romance entre amigos destruido por las adicciones de Doherty.

Los dos años que van desde su debut hasta ‘The Libertines’ (Rough Trade, 2004) estuvieron cargados de constantes peleas entre Doherty y Barât. La casa que ambos compartían se iba llenando de jeringas y nuevos amigos de Pete con aspecto sospechoso, drogotas en busca de un sofá en el que tirarse tras el consumo. Aquella situación era insostenible si querían volver a Albion.

  • Entre Oasis y The Clash

En Rough Trade sabían de la complicada situación en la que estaba inmersa su banda estrella. Carl y Pete habían pasado del amor al odio en apenas un par de años. Su relación fraternal tenían que compartirla con la pipa de crack de Doherty. El sello londinense consiguió a dos expertos en la materia para que ejerciesen de muro de contención: Mick JonesThe Clash– como productor y al representante estrella, Alan McGee – responsable del éxito de Oasis, Primal Scream o My Bloody Valentine-.

Aunque aquel consejo de sabios no sirvió de mucho ante el torbellino Doherty -la banda se separaría de forma definitiva en enero de 2005-, sí logró una conexión total entre ambos a la hora de grabar el álbum.

  • Una gran patada en el culo

‘The Libertines’ se convirtió en el álbum más sincero que la banda podía publicar. Los constantes abandonos de Doherty -cárcel y centros de desintoxicación incluidos- no fueron en balde. Al estudio regresó con una colección de canciones brillantes, en su mayoría centradas en la relación tormentosa mantenida con Barât. Muchas de ellas ya las había tocado junto a su nueva banda, The Babyshambles. La suerte quiso que el mejor momento creativo de Pete Doherty coincidiera con el último aliento de The Libertines.

La fuerza punk de aquellos chicos que se presentaban con las pintas del Sgt. Peppers de after había desaparecido en favor de las melodías en canciones como ‘When the Lights Go Out’ o ‘What Katie Did’. Tampoco olvidaban dar lecciones sobre cómo debe ser el rock en el maldito siglo XXI en el que todo está inventado y sobado.

Ahí aparecían las crudas ‘The Saga’, ‘Road to Ruin’ o la venenosa ‘Can’t Stand Me Now’, perfecto resumen de la lucha que ambos mantenían entre la rabia de Barât al ve cómo su mejor amigo se consumía, “An endind fitting for the star, you twist and tore our love apart” (un final acorde al inicio, retorciste y destrozaste nuestro amor) y el victimismo torpe típico de un adicto, “Cornered the boy, kicked out at the world, the world kicked back a lot fuckin’ harder” (el chico acorralado le pego una patada al mundo y el mundo se la devolvió jodidamente más fuerte).

Una década después, todo es mucho más complicado. The Libertines intentan recuperar a su estrella descarriada en una Gran Bretaña que se encuentra infinitamente más lejos de aquella Albion que siempre quisieron brindarnos sin saber que realmente solo puede visitarse cada vez que uno escucha aquella treintena de canciones que pocos han logrado superar desde entonces.