Vamos a ver ‘Trance’ al cine (con el esfuerzo económico que eso conlleva) porque es lo último de Danny Boyle, porque hemos leído la sinopsis y nos encanta eso de que el guión tenga varios giros imposibles, vamos porque desde el ‘Recuerda’ de Hitchcock no ha habido una película que retrate la hipnosis en condiciones y además nos han contado que Rosario Dawson hace una actuación eléctrica (y un generoso integral). Cuando la película comienza nos damos cuenta de que no es el mejor Boyle, que los giros de guión son tramposos, que ‘Recuerda’ sigue siendo la mejor película sobre amnesia y que además lo de Rosario no es para tanto. Aun así nos quedamos en la sala. La razón es la banda sonora de ‘Trance’. El binomio Danny Boyle – Rick Smith ha vuelto a firmar una atmósfera poderosísima donde las imágenes se clavan en la retina gracias a las melodías creadas por el miembro de Underworld.
Desde aquél temazo de Underworld titulado Born Slippy que Boyle utilizó en ‘Trainspotting‘, el director y la música de la banda han estado vinculados. Para esta ocasión, Boyle le enseño un fragmento de su película a Smith y este se dedicó en cuerpo y alma a ofrecer al director inglés algo que le dejara perplejo. Lo consiguió. La banda sonora se alimenta de distintas atmósferas que se confunden entre sí sirviendo como perfecto acompañamiento a esa obsesiva mezcla de realidad y ficción que golpea constantemente la cabeza de James McAvoy, una especie de marca blanca de Ewan McGregor.
Queremos introducir al espectador en la acción desde el minuto uno y que ya sienta empatía por el protagonista. ¿Cómo lo haría Boyle? Pondría al personaje hablando a cámara. Así comienza este filme, con McAvoy relatando el atraco de un cuadro en el que él participa. «Bullet Cut» es la canción de los créditos, una melodía repetitiva e hipnótica que da paso a una lista de 16 canciones entre la electrónica más depurada y el trip hop.
Uno de los temas que componen la columna vertebral de esta banda sonora es «Raw Umber». Las campanas tubulares dan paso a las cuerdas y la tensión sube hasta explotar en un jungle pausado. Una montaña rusa muy acorde al libreto filmado por Boyle.
Es inevitable para Boyle tocar el noir inglés sin acercarse a su compatriota Guy Ritchie igual que es imposible no dejar un hueco en la banda sonora para un tema que recoja el sentimentalismo de todas esas almas oscuras que vagabundean por los bajos fondos. Smith juguetea con las cuerdas de Kristy McGee (la vocales y las de su banjo) en esta maravillosa canción titulada «Sandman», que Rosario versiona en la pista titulada Sandman (I’ll be there).
La de McGee no es la única colaboración de Smith. El compositor acompaña en «Here It Comes« la poderosa voz de Emeli Sandé. Además deja hueco entre sus pistas para canciones de época como «Chanson D’amour« -que acompaña a uno de las secuencias más visuales del filme, un bonito paseo por la campaña francesa- o incluso un tema de Moby titulado The Day.
Sin embargo el clímax de la película le pertenece a un corte titulado «Bring It To Me». Una melodía orquestal desenmaraña todo el sentimentalismo acumulado entre recuerdos falsos y mentiras piadosas. Las cuerdas se entremezclan con golpes electrónicos potenciando la intensidad de un final que se alarga demasiado. Pero todo llega a su fin y la percusión eleva el desenlace hasta el punto más álgido.
Los espectadores se verán satisfechos aunque el metraje (con tanto giro inútil) no se lo merezca.