Muchas veces me pregunto si voy a lograr encontrar un tema nuevo cada semana al que pueda someter a este proceso que inventé como “La Guillotina”. Para mi fortuna y desventura, puedo presumir de que sí, aunque no sea por mi buen hacer. Es porque vivimos en un país tan estrafalario que salvajadas inmorales y ridiculeces absurdas son el espectáculo más espeluznante que presenciamos cada día.
Uno de los mejores y más prolíficos violinistas de los que podemos disfrutar en nuestro contradictorio país es Ara Malikian, un auténtico virtuoso que no recela en mostrar su talento de las maneras más versátiles, dejándose ver en conciertos en facultades, interpretaciones formales tradicionales o en espectáculos propios plagados de humor como Pagagnini. Ha sido invitado por numerosas orquestas del mayor nivel, como la Orquesta Sinfónica de Tokio o la Génova Opera Orchestra, pero aun así nos permitimos el lujo de no otorgarle la nacionalidad española. Está claro que no se quiere que el talento surja en España, pero es que tampoco queremos que venga de fuera.
El libanés, de 45 años, de ascendencia Armenia pidió la nacionalidad el 8 de marzo de 2010, tras quince años viviendo en España y con el permiso de residencia concedido desde el 10 de agosto de 2001. Ahora, casi 12 años después de su residencia legal en nuestro estado, el Ministerio de Justicia le deniega su aguardada nacionalidad. Pareja de una española, ha renegado del trámite a través del matrimonio, optando por la vía más formal, papeles en regla y tiempo normal de espera. Pero no, a ti no amigo, que no nos das dinero. Leía en muchos comentarios que si fuera futbolista esto no le pasaría; y qué razón tienen. ¿Cuántos casos de nacionalización de futbolistas han sucedido irregularmente, a petición de los clubes? Ya sea por optar con su presencia en la selección o porque los equipos han sobrepasado la cota de jugadores extracomunitarios, la trampa se encuentra a la orden del día. ¿Y por qué? Porque el fútbol da dinero, los clubes lo amasan a pesar de sus deudas y conviene. Igual que las futuras reformas legislativas que se harán para Eurovegas e igual que se planea hacer para el ya guillotinado caso del Palacio de la Música. Reformas de un marco legal al que nos adaptamos todos, pero que por el interés de unos pocos individuos se permite transformar; eso sí, la pasta por delante y en billetes grandes.
La solución no es actuar de manera incorrecta siempre si se hace en algunos casos. Es cierto, y lo encontramos en la legislación, que en el momento de formular la petición de nacionalidad ya se deben haber cumplido los diez años de residencia legal, a pesar de haber llevado otros tantos trabajando legalmente, pagando impuestos y con todos los demás requisitos en regla. Si esto es un problema estructural en cuanto a la legislación, se deberá solucionar en un plazo mayor, pero existen problemas inminentes como la descoordinación de las instituciones y problemas inherentes como la puesta de trabas ante cualquier solución que no signifique embolsar. No hay buenos augurios cuando esto lo rige un Servicio de Nacionalidad del Ministerio de Justicia cuyo teléfono ni siquiera existe al tratar de contactar con ellos. Mantenemos a un genio musical aquí, a la espera, sin permitirle asentarse completamente, maleando la ley para quien menos lo merece y desprotegiendo a quien lo necesita.
Otro hachazo al sentido común y a la creación cultural nacional. Por mi parte no se libran del afilado borde de la guillotina, por poca repercusión que pueda tener; un poco sobre un poco hace un mucho y el caso lo merece. Este país se esfuerza cada día por dar más vergüenza y lo consigue con sobresaliente.