MATADOR
8.5
Ruta 66. Recorrer Estados Unidos en un descapotable rojo mientras el viento me susurra en la cara. A ser posible un Cadillac; a ser posible un Devile. Cruzar de punta a punta el país de los sueños, mientras tu melena baila al son de la fuerza de Eolo y tu pareja te mira en silencio apreciando tu belleza. Salir de la Costa Este, brindar con Bourbon por los caídos, recorrer los campos de maíz, llegar a las llanuras sin final. Atisbar el comienzo del desierto, llegar a Colorado, simpatizar con viejos moteros en bares de carretera. Hacer el amor lentamente, disfrutar de la vida. Paz, tranquilidad, calma. Y escuchar música acompañándote en ese viaje digno de las carretas de comerciantes del siglo XIX.
El sueño americano siempre ha ido acompañado de melodías, de temas para cada circunstancia y situación. Desde el blues a la degeneración generalizada actualmente. Pero este disco es diferente. Es de esos que si tu padre fuera un greñudo rockero de los años 80 disfrutaría escuchándolo contigo. Con un poder hipnótico y casi taciturno, Kurt Vile ha conseguido hacer un disco sin especular demasiado, no como hacen otros músicos con variaciones que derivan en finales infelices. Rock, psicodelia y tintes lo-fi. Pureza máxima, casi tanto como la heroína que consumía su tocayo de Nirvana. Y engancha de la misma manera. Casi nada.
Walkin On A Pretty Daze es un álbum intimista, propio y con un cuerpo digno de cualquier vino bueno de California. Una pasada. Capaz de enamorarte de principio a fin, la gracia de este disco es que en su simpleza se encuentra su belleza. Todos sus temas, de principio a fin, parecen haber sido compuestos para hacerte sentir como si te hubieras perdido en un lugar conocido. Y eso te hace sentir feliz.
El disco empieza con Walking On A Pretty Day. Este tema encarna perfectamente la faceta y características de ejercer como acompañante perfecto a nuestro viaje en Cadillac. Igual que Girl Called Alex o Too Hard. Sencillamente perfectas, aunque quizás algo faltas de brío para los amantes de la música más alegre. Aún así, son melodías totalmente adictivas.
Cuando abandonamos nuestro flamante auto y nos montamos en nuestra Harley Davidson, las cosas cambian. Sería conveniente que cogieramos una Electra Glide, modelo con radio para poder seguir evadiéndonos. Comenzamos a escuchar KV Crimes o Snowflakes are Dancing. Guitarras eléctricas y acústicas gritándome a la cara que vaya a la habitación donde tu me esperarás en el primer motel de carretera en el que haga escala. Sucio, pero directo, fiel y precioso.
Mi viaje termina cuando el disco llega a su fin. Ahora me quedan dos opciones, volver a empezar mi viaje volviendo a poner el disco una y otra vez, o quedarme mirando estas paredes que parecen enclaustrarme…
Adivinen qué tengo pensado hacer.