Bruce Springsteen vs Tom Waits

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La época de los grandes autores pasó. Esa vía la agotaron los gigantes del pasado con discos que pasarán a las futuras generaciones durante siglos (si la historia es mínimamente justa). Pero es un pasado que todavía permanece vivo en la actualidad. Gente como Bruce Springsteen Tom Waits siguen sacando discos que dan la vuelta al mundo. Uno es el rey del día y el otro de la noche, respetados por todos. ¿Qué pasaría si estos dos gigantes sin parangón se enfrentasen por el título mundial de los pesos pesados

La sonrisa inapagable que me surge al hablar de Bruce Springsteen es sólo comparable a la de los adolescentes de los años noventa al pensar en una explosiva y archiconocida actriz rubia. Sí, aquella que todos los machos rogábamos que nos viniera a salvar en alguna playa paradisíaca e infestada de tiburones de Estados Unidos.

Creo que esta vez los votantes de Habla Tu Música harán que mi defendido en esta Batalla de Bandas se lleve “de calle” esta elección. Porque hablar del “Boss” es hacerlo de un mito, de un componente básico en la historia viva del Rock’n Roll. Un hombre que ha sido capaz de vender más de 120 millones de discos en todo el mundo, que tiene 20 Premios Grammy o dos Globos de Oro, entre otros muchos galardones, es alguien a quien se debe admirar y respetar. Y punto.

La carrera musical de Springsteen recuerda, perfectamente, al ideal del sueño americano. Hijo de una familia con miembros de ascendencia irlandesa, holandesa e italiana, nació en una familia de origen humilde. Ya desde joven apuntaba maneras dentro de la música, y con trece años se compró su primera guitarra tras ver a Elvis “The Pelvis” Presley en televisión. Pronto comenzó a hacerse un hueco en la escena de Nueva Jersey como cantante de folk y de rock, hasta que un tal John Hammond lo reclutó para Columbia. Para quienes no lo sepan, a ese hombre hemos de guardarle tanto respeto o más que al “Boss”, puesto que fue el descubridor de artistas como Leonard Cohen, Aretha Franklin o alguien aún más desconocido, Bob Dylan.

En 1972 publicó su primer álbum en solitario, Greetings from Asbury Park, N.J. y, en 1973 se unió a su inseparable banda, la E Street Band. No me corto al decir que, en realidad, la Batalla De Bandas que nos ocupa es la del “Boss” y su mítico grupo, y no sólo la del cantante y alma mater del mismo. Desde que comenzó su inseparable relación comenzaron los éxitos para el de Nueva Jersey, y su vinculación se ha perpetuado durante cuarenta años sobre los escenarios. Ahí es nada.

Lo mejor de Springsteen es que ha sabido ir evolucionando hasta convertirse, junto con su banda, en un grupo universal. Da igual la edad que tengas o tu formación social, puesto que su claridad musical y de sus letras son fácilmente asimilables por cualquiera, sin llegar a caer en un simplismo excesivo. Discos como The River, Born in The U.S.A., o mi favorito, Born to Run son piezas maestras, obras traídas del mismísimo cielo del Rock. Escuchar los este último me hace rememorar mi infancia, desde Thunder Road a Meeting Across The River. Prometo al lector que en estos momentos estoy escuchando este disco y tengo una sonrisa en la cara, lo digo en serio. Felicidad mezclada con nervios a flor de piel mientras mis dedos se mueven y silbo cada canción sin parar. Como lo hacía Danny Federici, el desaparecido teclista de la “E Band”, o mi favorito del grupo, el saxofonista Clarence “Big Man” Clemons. Escucharlos tocando juntos en Jungleland es como sentir añoranza por lo perdido, por no haberles visto las suficientes veces en directo, de no haberles conocido en persona. Tan bella canción es sólo apta para genios. Simple, retocada, compleja. Completa vamos.

Otros temas como Atlantic City, Nebraska, Streets of Philadelphia o Dancing in The Dark son testimonios musicales de la vida estadounidense que el percibía, igual que la canción protesta (estilo que aún no ha abandonado) Born In The USA. Ese carácter combativo le ha perseguido en todos sus discos, y ha hecho gala de él en cada momento de su vida. De facto, ha colaborado con múltiples causas benéficas.

Mucho más que decir pero poco papel para usar. Sólo cabe señalar que este currículum no lo tiene mi rival de hoy, Tom Waits, si bien es un auténtico personaje a tener en cuenta. Su error es, en ocasiones, su gran tendencia hacia baladas excesivamente simples, si bien reconozco su gran hacer en materia de composición de las letras.

Aún así, comparar a ambos es como que Don King organizase una pelea entre Cassius Cley (Muhammad Alí para los poco entendidos) y Bradford Cox de Deerhunter. Sí, es bueno, pero no le llega ni a besar los pies. Dicho queda.

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En la década de los ochenta los fans de Bruce Springsteen iban a los conciertos deseando que el Boss les brindara con otro de sus grandes y épicos directos, liturgia común del más puro Levis 501, camiseta blanca y banda en la frente.  Entre largas listas de canciones siempre había alguno que esperaba con profunda paciencia a que el de Asbury Park soltara entre ellas una popularizada canción, Jersey Girl. Aquella canción, recogida en la caja recopilatoria Bruce Springsteen & The E Street Band Live 1975-85, no era más que una versión edulcorada de Tom Waits, un nuevo capítulo del crudo mundo del de Pomona y una forma de reverencia del de Jersey a ese gran poeta del realismo sucio que es el californiano.

Intentar convencer de la victoria de Waits en este duelo es casi impensable, absurdo e inútil trabajo. Springsteen se ha convertido en una figura tan grande que sólo un idiota se atrevería a derribar. Que la victoria se la lleve el que tanto la aprecia ¿Para qué buscar la victoria si a veces la derrota tiene un mejor regusto? Tantos años ha pasado Tom Waits perdiendo y enseñando los saberes de la derrota que toda una legión hemos aprendido a convivir con ella como el niño salvaje aprende a vivir entre lobos.

Springsteen es el señor de la esperanza, del trabajador y del pueblo americano en su significado estadounidense. Lo que Springsteen dice llega a todo el mundo y todo el mundo adora a Springsteen. Tom Waits no. En una vida de derrota, moteles, diferentes destilaciones de bourbon, tabaco y prostitutas, el californiano se convierte en un personaje de sí mismo, arrastrando su ingenio entre barras y humo, viviendo de noche, muriendo de día.

Si Bruce miraba al trabajador y al que intenta ganarse la vida, Tom buscaba al que intentaba destruirla, al maleante, al perdido, al que corre desesperadamente entre vasos hacia el nicho. Viajes por la atractiva Europa en busca de raíces familiares convierten el sonido de un crooner descorazonado en un monstruo de la experimentación, una figura dispuesta a ser algo más que un personaje oscuro y enigmático que agita las mentes con mezcla de la generación beat y el realismo sucio en sus mayores cotas de creatividad. Small Change o Foreign Affairs golpearon escena y oyente en su última etapa en Asylum, sello que tuvo que abandonar por la negativa de este a seguir sus pasos. Ese camino loco dio como resultado la etapa más grande de Waits y una serie de discos que cada cierto tiempo los más inspirados músicos se empeñan en copiar. Swordfishtrombones, Rain Dogs o Bone Machine, genialidades que sólo crecen con el tiempo.

En los últimos años, el californiano ha barrido cualquier intento del de Jersey. Tenemos un Waits en plena forma frente a un Bruce Springsteen que parece haber perdido la senda que agarró con el gran The Rising, su último gran trabajo en una larga lista de álbumes publicados en la última década. Waits muestra Mule Variations o Blood Money, trabajos en los que se mueve ya en un estilo propio y único, imposible de confundir y que tiene en Bad As Me uno de los mejores trabajos de 2011, lugares donde es complicado ver al de Jersey, que justifica mejor sus trabajos bajo directos de tres horas en estadios de todo el mundo.

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  • Todas las Batallas de Bandas, aquí

 

Redacción #HTM
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