Cuando mires la programación del Primavera Sound 2014 y leas que actúan Él Mató a un Policía Motorizado, por favor, no mates policías. Cuando abras tu cuenta de Spotify y pongas cualquiera de sus canciones, por favor, no mates policías. No lo hagas aunque lo leas en su nombre. Es un mensaje claro, sí. Se te ha pasado por la cabeza porque lo has leído, también. Pero eso no quiere decir que debas hacerlo. Puede sonar ridículo. Lo es. Pero es lo que han denunciado varios sindicatos policiales.
Cuando hace una década los chicos de Él Mató a un Policía Motorizado estaban buscándole un nombre a todas esas canciones que andaban componiendo mientras veían Jungla de Cristal, apareció la frase que acabó firmando álbumes como ‘La Dinastía Scorpio’ (Limbo Starr, 2013). Debían haber previsto que, una década después, a miles de kilómetros de La Plata (Argentina), los policías españoles podrían haberse sentido ofendidos.
El cuerpo nacional y el local de Sevilla han dedicado sus esfuerzos en los últimos días a intentar prohibir que los argentinos pudieran tocar en el festival andaluz Territorios Sevilla 2014. Como finalmente sí lo hicieron, están estudiando llevar a la organización del evento a los tribunales. Llegan a preguntarse qué habría pasado si la banda se llamara ‘Mata a un político’. En el mundo que proponen los sindicatos policiales, la música se solucionaría en un momento con un par de bandas llamadas ‘Ve a conciertos’, ‘No escuches el último de Coldplay’, ‘Compra discos’, ‘No a la subida del IVA’ o ‘Dimite, Wert’.
La música de los argentinos tiene poco de provocadora, sus letras hablan del mundo interior del quinteto, situaciones alejadas de cualquier llamada a la violencia. Nadie en los sindicatos policiales ha decidido dar una escucha a su música, su nombre es tan provocador que el que lea la programación del festival Territorios Sevilla puede deducir que no le queda otra que matar policías. Motorizados. “Como desgraciadamente está ocurriendo”, afirman los policías en un comunicado.
No es culpa de sindicatos policiales. La libertad de expresión en España es frágil por herencia. La ofensa religiosa y política siempre ha condicionado las actuaciones de bandas durante décadas desde que Las Vulpes cantaran que les gustaba “ser unas zorras” en la televisión. Ayuntamientos, gobiernos y religiones han logrado censurar actuaciones porque su mensaje no se adaptaba a sus ideales, buscando una música sin opiniones. Hasta que hemos llegado a este caso, tan ridículo como metafórico.