Yaiza Soto y Sheila Martín
Madrid. 14 de septiembre. Campus de la Universidad Complutense. 27 grados y un solo reto. Bueno, varios: Ser capaces de recopilar cuantas camisas horteras, vestidos jocosos, bermudas antiestéticas y demás mamarrachadas nos cruzásemos en la tercera edición del DCode. Una difícil misión teniendo en cuenta que el objetivo principal de un festival nada tiene que ver con moda, sino con música. ¿Que qué nos encontramos? De todo. ¿Bonito? Nada.
Pero para no destacar entre tanto fan del estilismo de Lady Gaga, decidimos colgarnos las mejores mochilas que encontramos en el escaparate de un bazar asiático. Todo listo para adentrarnos entre la fauna de uno de los festivales más cicateros del panorama nacional.
Un John Grant vestido con una sobria camisa negra e irrisorias gafas de sol nos recibió en el escenario principal. Entre el público ya empezaban a aflorar las primeras extravagancias de la jornada. En esas mismas tablas y siguiendo con la temática de lo absurdo, Love of Lesbian saltaban a escena. Santi Balmes, con camiseta de su amigo Ricardo Cavolo, ponía un poco de cordura entre tanto adorno barato donde destacaban los ridículos sombreros flúor con forma de pez. Tanto o más ridículos que su dúo con Amaral.
Entrada la noche y como llamados por la Luna llena, los esperpentos saltaban esperando a Foals. Camisas de cuadros y pajaritas en demasía que nada tenían que ver con el estilismo de los de Oxford, sencillos pero correctos. Siguiendo a un grupo de folclóricas con peineta y clavel llegamos al espectáculo de Vampire Weekend, que de espectáculo tenía poco, donde lo más llamativo resultó ser el telón de fondo y los zapatos blancos de Farruquito que calzaba Ezra Koenig.
Llegó el momento de tomar la difícil decisión entre quedarnos a ver a Amaral con su vestido negro de la Nochevieja del 96 o hacer una pausa para cenar. Ganó por goleada la segunda y, dadas las colas kilométricas en los puestos de comida, podemos decir que no fuimos las únicas que nos vimos en esta encrucijada. En el descanso nos dio tiempo a apreciar el original fenómeno “me pongo la camiseta del grupo al que voy a ver en directo para que todo el mundo sepa lo fan que soy”, repetimos, original. Entre el repertorio, la prenda estrella resultó ser la de ‘1999’ de Love of Lesbian.
Esquivando a gente que a la 1 de la mañana aún no se había desprendido de las gafas de sol (que no es que lo digamos nosotras, pero gafas de sol en cuarto oscuro, hortera seguro), logramos avanzar hasta las primeras filas del que parecía el concierto más esperado, Franz Ferdinand. Un Alex Kapranos ataviado con camisa negra impulsaba al público a zarandear sus palos luminosos de propaganda convirtiendo aquello en la feria de Móstoles. Sobre el mismo escenario, el toque Grease lo aportaba el guitarrista de la banda con un tupé que nada tenía que envidiar al de Travolta.
Volvíamos a cambiarnos de ubicación para repetir la experiencia del año pasado con Capital Cities. Uniformados con americana blanca, consiguieron que el público respondiese positivamente a sus poco conocidas canciones; y es que era imposible no moverse al ritmo cachondo del trompetista y sus calcetines blancos. Nos complace galardonarles con el premio al mejor atuendo de esta edición.
Nuestra misión finalizaba aquí con una clara conclusión. El césped y el buen tiempo se lo ponían más fácil a la gente a la hora de elegir su outfit festivalero, no significando esto que fuese el más lógico. Por favor, señoritas, los tutús y calentadores no son una buena opción, tírenlos a la basura.
¿Mucho postureo este año en el DCode?
3 minutos perdidos de mi vida. Antes de redactar, hay que aprender a escribir…
Hay que ser paleto para realizar una crónica e incluir esto:
«Llegó el momento de tomar la difícil decisión entre quedarnos a ver a Amaral con su vestido negro de la Nochevieja del 96 o hacer una pausa para cenar. Ganó por goleada la segunda»
Otro que ha perdido 3 minutos