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“La culpa de que todo me vaya mal es de la crisis… o los Illuminati, que ahora están de moda”. Echamos culpas fuera a cada ocasión que tenemos. Siempre es mucho más fácil exonerarse y pensar que habría estado fuera de nuestro alcance que las cosas nos fueran bien. Lo que no tenemos en cuenta es que, entonces, nunca nos irán así, pues seguiremos hundiendo el pie en el mismo bache una y otra vez.

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Esa es la sensación que tengo de la industria musical. Los artistas son cosa aparte; se mueven por una inquietud emocional que ciega el raciocinio y así debe ser. Vemos cómo decenas de festivales tienen que dar por cerrada su carrera veraniega por falta de fondos, cómo los discos dejan de vender y a los conciertos cada vez asiste menos gente. La respuesta sencilla ha sido sentenciar a la piratería y la crisis, factores que, desde luego, tienen un impacto en la industria pero que jamás podrían haberla hundido ellos solos.

El buen empresario debe superar estas dificultades. A todos nos duele pagar un 21 % de IVA cultural, todos medimos minuciosamente el dinero que nos gastamos, pero siempre hay una salida. Una de ellas es la que han encontrado Yahoo y Live Nation: el streaming de conciertos en directo.

La plataforma permitirá ver en directo cada día durante 365 días a bandas como Dave Matthews Band, The Kooks o How to Dress Well. Hoy mismo podrías haber visto a Echo & The Bunnymen en directo a kilómetros de donde se está celebrando. La experiencia nunca será equiparable a asistir en persona a un concierto, el sonido nunca golpeará tu pecho del mismo modo, pero tampoco puedes ir a todos los conciertos y, menos aún, todos los días del año. Buscar la aguja en un pajar de mierda.

Los grupos están contentos por la promoción y las potenciales ganancias de ese material, los fans están contentos porque pueden disfrutarlo desde su propia casa comiéndose un bocata, marcas como Kellogg’s o Citigroup también lo están por la publicidad que integran en el contenido y las compañías impulsoras del servicio deben estar dando palmadas con las orejas. En definitiva, todos ganan.

No se trata de la solución definitiva a la crisis ni mucho menos. A todos nos seguirá doliendo tener que pagar, los sellos seguirán reticentes a apostar por nuevas bandas que supongan un riesgo económico y los promotores tendrán que seguir rascándose los bolsillos para organizar un evento musical, pero en plena tormenta hay que buscar una salida fuera de las nubes, no maldecir al cielo mientras te hundes aferrado a tu barco.