Cuando las críticas hablan de la cumbre del artista al llegar el segundo álbum, imagino a éste le pillará por sorpresa, llegándole a doler esa sutil resolución de su trabajo en boca de los opinantes. Sin embargo, es él mismo quien decide al fin si el futuro debe prepararse para una retirada o abrir las puertas a un valiente inconforme que dará un paso más.
En estas se encontraba Darren J. Cunningham –Actress, si lo buscas en el cartel de un festival– tras el lanzamiento de ‘Splazsh‘ (2010, Honest Jon’s Records). Un joven que había debutado hacía apenas dos años con un sello propio, Werkdiscs, llegaba en pleno cambio de década con un álbum directo a desbaratar los pilares del dubstep y lo que hubiese de venir, como anunciando la entrada a una nueva era de la música electrónica. El británico respondió con ‘R.I.P‘ (2012, Honest Jon’s Records) y, aunque el significado de éste pareciese una evidencia, ha resultado no serlo. Aquellas 15 canciones distaban tanto de las últimas que no fueron pocos quienes asumieron una muerte anunciada y, en cambio: ‘Ghettoville‘ (2014, Werkdiscs).
Dicen las buenas lenguas que ahora sí que sí ha llegado el momento de la despedida definitiva y es que, a pesar de que sean muchos quienes han otorgado a este último trabajo de Cunningham la categoría de Santo Grial, el decaimiento es evidente y sólo encajaría perfecto si equivaliese a un final. Comienza a emborronarse el abuso a la autoridad que le cedió ‘Splazsh’ y no hay agonía dulce.
En ‘Ghettoville‘ se escuchan súplicas, sabe a óxido, se divisan ruinas, huele a humo, se palpa el abandono. Durante 16 canciones, Actress te coge del pescuezo y con la precisión de sus platos, te suelta desamparado en medio de una ciudad sedienta de ti. Callejones sin salida en ‘Forgiven’, persecución de tarados en ‘Contagius’ y los recuerdos que más añoras desvanecidos en ‘Our’, una auténtica pesadilla de las de despertar entre sudor frío y con la garganta árida. ‘Gaz’, ‘Rap’ o ‘Rule’ asomarán como una bocanada de aire tratando de enmendar el mal trago, pero la paliza inicial pesa más que todo empeño por resucitar.
El eminente Darren siempre ha arriesgado como creador de un mundo en el que son dictados hasta los sentimientos. Ahora él ha querido correr el telón y al resto no le queda más que asumir el principio del fin.