La escena de Seattle veía nacer su máximo exponente de popularidad hace 25 años, gracias a un debut que ya dejaba ver las cualidades de uno de los grandes mitos del rock and roll: Kurt Cobain. En ‘Bleach’ (Sub Pop, 1989), Nirvana arrancaba su corta carrera discográfica a base de ganchos imposibles de obviar y una dureza en sus riffs, melodías y sonido que exportaba el grunge hacia límites que nunca habían cabido en sus pretensiones.
Este 2014 también se cumplió el 20 aniversario de la muerte de Cobain, marcando un año de crueles ironías: el comienzo de una era y la conmoción que le puso fin. Su escueto catálogo fue inestable, siempre moldeado por una industria que quiso exprimirlo al máximo a costa de la necesidad artística de su autor, forjando la misma inestabilidad que tendría que vivir y a la que necesitó poner fin.
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Cambios en pleno éxtasis
El comienzo de las sesiones de grabación para el debut de Nirvana llegaron con el primer batería constante dentro de la banda: Chad Channing. La primera mitad de 1988 dio luz a las primeras demos para el disco, de las que ‘Downer’, ‘Floyd the Barber’ y ‘Paper Cuts’ llegaron a formar parte del álbum final. El resto de temas se grabarían con Channing en los estudios Reciprocal entre diciembre de 1988 y enero de 1989.
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La profesionalidad y la técnica
La primera sesión tuvo lugar el 23 de enero de 1988, la primera vez que Kurt Cobain pisaba un estudio. En tan solo seis horas reservadas, grabaron y mezclaron 10 canciones, con Jack Endino a los mandos de la mesa. La falta de dinero no les permitía perder el tiempo y cumplieron, centrados en una meta que les proporcionó su contrato con el sello Sub Pop, con los que acordarían el lanzamiento de su primer álbum de estudio a raíz de aquellas maquetas.
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La música por encima de la letra
El propio Kurt Cobain reconoció que no sentía un especial aprecio por las letras de este álbum. Todas fueron escritas la noche anterior a su grabación y en ellas convergen la ira hacia un proceso que la industria no respetaba y experiencias personales. Muchas de sus líneas son inconexas y con una estructuración errática, resultando en un fuerte valor emocional que no sale tan favorecido en el apartado técnico.
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El pistoletazo de salida al grunge
Aunque fuera con ‘Nevermind’ (DGC, 1991) cuando el grunge expandiría su presencia hasta todo confín del planeta, fue ‘Bleach’ el que dio el primer golpe de efecto. Su dinámica apelaba más al metal que al punk y comenzaba a despuntar en sus ganchos y estructuras pop gracias a canciones como ‘About a Girl’ o su capacidad melódica en estribillos como el de ‘Sifting’. Abrasivo y, sin embargo, accesible a medida que se profundiza en él.
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El desprecio hacia Sub Pop
Casi desde el primer momento en que el sello de Bruce Pavitt echó el lazo a Nirvana, su relación fue complicada. La casa impulsora de la escena grunge se encontraba al borde la quiebra y necesitaba reforzar su imagen como estandarte de la nueva escena alternativa.
La imposición de un estilo más crudo y cercano a los cánones del género -un caso que ahora podría resultar paradójico- alejaba a Cobain de unas inquietudes más cercanas al pop y a tendencias mucho más melódicas, las cuales luego pondría en práctica en ‘Nevermind’; aunque al verlas plasmadas en su celebérrimo álbum dieron lugar a la aspereza de ‘In Utero’ (DGC, 1994).